Si la propuesta de Trump es una estrategia para forzar las negociaciones entre Hamas e Israel, lo que supondría, al final, si lleva adelante su plan, sería una limpieza étnica
“La necedad es la madre de todos los males”, decía Cicerón. Y si en estos momentos está de moda, por desgracia, es por el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, la viva imagen de ella. En su vuelta a la presidencia de su país está poniendo al mundo patas arriba. Le llamamos necio, aunque algunos utilizan otras palabras, nada gratificantes, por cierto.
Es que Trump, amén de los aranceles impuestos a México, Canadá (están congelados de momento, en un mes) y China, con consecuencias muy graves, quiere quedarse por la cara con Groenlandia y cambiar el nombre del Canal de Panamá, como un terrateniente del pasado. Ahora resulta que, en su plan expansionista, y tras reunirse con su gran amigo, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que estaba encantado de ser el primer mandatario en ser recibido por él, Trump dejaba caer la bomba: un plan de colocar a Gaza bajo la ocupación de EEUU y sacar del territorio a los dos millones de residentes, que son los verdaderos propietarios del territorio palestino. Los quiere echar a cajas destempladas, con el deseo de que sea Jordania y Egipto quienes los acojan. Estas palabras han dejado horrorizados a los palestinos, conmocionados a los aliados árabes de Estados Unidos y más que confundidos a los analistas regionales, quienes están convencidos de que esa propuesta de Trump es impracticable.
Está claro que, si la propuesta de Trump es solo una estrategia para forzar las negociaciones entre Hamas e Israel, lo que supondría, al final, si lleva adelante su plan, sería una limpieza étnica mucho mayor que cualquier desplazamiento que haya experimentado desde 1948, cuando unos 800.000 árabes fueron expulsados u obligados a huir en las guerras que se produjeron durante la creación del Estado Judío.
Arabia Saudita ha sido de los primeros en reaccionar, rechazando de plano el plan de Trump y apostando por la creación de un Estado palestino. Se niega a normalizar los vínculos con Israel si este país no acepta la creación del Estado palestino.
La propuesta del presidente norteamericano de que el territorio devastado por la guerra podría convertirse en una “Riviera del Medio Oriente” no solo alarmó a líderes y políticos desde China hasta Canadá, sino que también amenazó una ambición de años de EEUU de mediar en relaciones diplomáticas normalizadas entre Israel y Arabia Saudita.
Desde China hasta Alemania, pasando por Canadá, Irlanda, España y Turquía, todos se han manifestado partidarios de la creación del Estado palestino y en contra de la propuesta del “conquistador” del siglo XXI, Trump. Afirmaba el filósofo griego Anacarsis que “Los inteligentes deliberan, y los necios deciden”. Trump tiene mucho de necio, poco de responsable, y si a eso se le añade el elenco de miembros de gobierno que dejan mucho que desear, con Musk a la cabeza, el cóctel resulta un explosivo de consecuencias más que predecibles.
La expulsión de los palestinos de sus tierras representaría una violación del derecho internacional y eso arrastraría una denuncia por parte de los aliados occidentales de Estados Unidos. Son muchos los sectores en el país norteamericano que han expresado su rechazo a la propuesta, incluso el partido Demócrata, en voz del senador Chris Van Hollen, comentaba que “La propuesta de Trump de expulsar a dos millones de palestinos de Gaza y tomar 'posesión' del territorio por la fuerza, si es necesario, es simplemente una limpieza étnica con otro nombre”.
En este punto de la situación, si Trump insiste en llevar adelante su propuesta irracional, el escándalo solo acaba de empezar, por mucho que EEUU sea el país más potente del mundo. Ya se sabe que no hace falta buscarse enemigos porque estos suelen venir solos. Trump ha abierto la caja de los truenos y su soberbia sin límites le puede costar muy cara.
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