Queda por ver los efectos políticos futuros de esta última manifestación multitudinaria cuando, a diferencia de la de Nunca Máis, hay convocatorias electorales -municipales, generales- muy próximas
El 1 de diciembre de 2002, más de 250.000 gallegos se manifestaron en Santiago de Compostela, indignados tanto por lo sucedido con el hundimiento del petrolero Prestige, cuyos vertidos provocaron un auténtico desastre ecológico en las costas gallegas, como por la incompetencia, no exenta de desprecio y la indiferencia, mostrada por las autoridades públicas tanto gallegas como españolas, todas pertenecientes al Partido Popular (PP). Una multitudinaria manifestación que no paró de gritar "nunca mais" y que pasó a la historia de Galicia como una de las mayores expresiones de descontento popular que ha existido jamás. Una manifestación que, como se pudo comprobar con el gallo del vigésimo aniversario, quedó en la memoria colectiva de los gallegos. Una manifestación que también echó por tierra algunos tópicos sobre los gallegos, como, por cierto, el de nuestro carácter conformista -“mexan por nós e dicimos que chove”-.
El 12 de febrero de 2023 -poco más de dos décadas después- se produjo otra gran y también histórica manifestación, de unas 50.000 personas, en lo que los organizadores consideran acertadamente como el mayor y mayor apoyo popular a la salud pública de la historia de Galicia, recorrió las calles de Compostela con claras muestras de indignación ciudadana hacia la política sanitaria de la Xunta de Galicia que está destruyendo un servicio público muy querido y respetado por la mayoría de los ciudadanos para entregárselo al capital privado en el que la especulación y la búsqueda del máximo beneficio son sus principios para en detrimento de la salud y la vida de los ciudadanos gallegos.
Si analizamos estas dos grandes manifestaciones de masas vemos que tienen bastantes elementos en común. La primera es, sin duda, la expresión de la indignación popular por el comportamiento de los poderes públicos ante un grave problema social relacionado con las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos gallegos, comportamiento que se considera arrogante y despectivo de la sufrimiento de la mayoría social. La segunda es que ambas suponen también una defensa de los bienes públicos: en 2002 la riqueza natural del litoral gallego, en 2023 la sanidad pública. Finalmente, las dos manifestaciones tuvieron tal carácter suprapartidario que trascendieron y superaron la capacidad movilizadora de las fuerzas políticas y sindicales de la izquierda gallega.
Queda por ver los efectos políticos futuros de esta última manifestación multitudinaria cuando, a diferencia de la de Nunca Máis, hay convocatorias electorales -municipales, generales- muy próximas, este mismo año. Porque cuando los ciudadanos gallegos se movilizan, los marcos se mueven.
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