Machismo y xenofobia: el doble riesgo de ser mujer y migrante

A través del proyecto Xeración Contrainfo, impulsado por Agareso con apoyo de la Xunta de Galicia, se ha revelado que los prejuicios racistas y machistas permanecen profundamente arraigados, especialmente entre los jóvenes. Las mujeres migrantes no solo son vistas bajo el prisma de estereotipos raciales, como ocurre con las comunidades árabes, subsaharianas o latinas, sino que, además, enfrentan una hipersexualización constante. Este fenómeno es particularmente visible en la representación de las mujeres latinas en los medios, donde se las reduce a meros objetos de deseo, o en el caso de las subsaharianas, quienes con frecuencia son víctimas de redes de trata.
 

Las mujeres migrantes enfrentan un panorama laboral desalentador. Aunque las leyes españolas prohíben la discriminación, la realidad muestra otra cara. Según organizaciones como Cáritas y la Red Española contra la Trata, muchas de ellas trabajan en sectores precarios, como la limpieza o el cuidado de personas mayores, con salarios bajos y condiciones irregulares. Las denuncias de abuso laboral o acoso son escasas debido al temor a perder el empleo, a las represalias de las mafias que facilitaron su llegada o al riesgo de deportación. Además, la falta de homologación de títulos académicos las relega a empleos por debajo de sus capacidades, perpetuando la desigualdad económica y social.

 

Racismo, exclusión y sororidad
La discriminación de género y raza no se detiene en el ámbito laboral. En su día a día, estas mujeres enfrentan comentarios despectivos, miradas de sospecha y el rechazo social. La segregación residencial las condena a barrios marginados, con servicios insuficientes y escasas oportunidades. En el caso de las mujeres musulmanas, el uso del velo amplifica el estigma, dificultando su integración laboral y exponiéndolas a agresiones verbales.

Esta discriminación tiene un impacto psicológico devastador. Muchas mujeres migrantes sufren altos niveles de estrés, ansiedad y depresión, exacerbados por el aislamiento social, las barreras lingüísticas y la falta de acceso a servicios de salud mental.

Frente a estos desafíos, las mujeres migrantes han encontrado en la sororidad una herramienta de resistencia. A través de asociaciones y colectivos feministas, trabajan para visibilizar su situación, exigir derechos y crear redes de apoyo. Estos espacios no solo les ofrecen asesoramiento legal y acompañamiento emocional, sino que también son una plataforma para alzar sus voces y reclamar un cambio.

El camino hacia la igualdad
Erradicar la doble discriminación de las mujeres migrantes exige un enfoque interseccional que aborde tanto el racismo como el machismo. Regularizar su situación migratoria, garantizar el acceso a empleos dignos y combatir los estereotipos culturales son pasos imprescindibles. También es fundamental fomentar un cambio cultural que valore la diversidad y reconozca el aporte de estas mujeres a la sociedad española.

La lucha por la igualdad no será completa mientras las voces de quienes enfrentan estas múltiples capas de opresión sigan siendo silenciadas. Escuchar, aprender y actuar son claves para construir una sociedad más justa e inclusiva.