Navantia hará en Cádiz parte del trabajo vinculado a la compra de los astilleros del Titanic, Harland & Wolff
La empresa pública española logra que el Gobierno del Reino Unido expanda un encargo de buques a estos astilleros -que estaban cerca de la quiebra- antes de comprarlos. El negocio ya beneficia a Cádiz, donde se cortará la chapa, pero no hay noticias de que llegue carga de trabajo a Ferrol. Hay que tener en cuenta, además, que Harland & Wolff tiene grandes deudas con empresas industriales británicas, por lo que en principio debería apostar por ellos para intentar mantener una base de proveedores local.
Navantia, a través de su filial británica Navantia UK, ha anunciado la adquisición de los astilleros Harland & Wolff (H&W), responsables históricos del Titanic. Esta operación abarca los cuatro centros de trabajo de H&W, ubicados en Belfast (Irlanda del Norte), Appledore (Inglaterra) y Methil y Arnish (Escocia). El movimiento estratégico refuerza la presencia de la compañía pública española en el mercado naval británico y supone, en cierta medida, un reconocimiento al poder de la industria naval militar española.
El acuerdo, pactado en diciembre con el aval del gobierno británico para proteger 1.000 puestos, culmina tras meses de incertidumbre financiera de H&W, que entró en administración concursal en septiembre.
El contrato tendrá un impacto directo en España: el astillero de Puerto Real (Cádiz) realizará el corte de chapa de los buques leet Solid Support (FSS) para la armada británica, según la prensa andaluza, generando 1.600 empleos directos e indirectos. La producción comenzará en 2025, con entrega prevista para 2032. No hay noticia de que por ahora las instalaciones de Fene en la Ría de Ferrol vayan a recibir carga de trabajo.
La transacción, que pone fin al proceso de administración concursal iniciado por H&W en septiembre de 2023, asegura la continuidad de los contratos clave del astillero británico, como el programa Fleet Solid Support (FSS). Este proyecto implica la construcción de tres buques de apoyo para la Royal Navy y está valorado en casi 2.000 millones de euros.
Navantia se aseguró antes de llegar a un acuerdo en diciembre que el Gobierno Británico expandiera su programa de FSS. Con todo, en las últimas horas Wetminister ha intentado quitarle hierro al asunto, indicando que es una expansión menor y destacando, en todo caso, que con la operación se garantiza preservar el empleo y la capacidad británica para constuir navíos de guerra.
La noticia ha sido bien recibida por la plantilla británica. El sindicato GMB ha valorado positivamente la estabilidad que brinda esta adquisición, aunque con cautela. Matt Roberts, representante del sindicato GMB, señaló en la BBC que "Los empleados respiran aliviados bajo una propiedad estable". No obstante, advirtió: "Sin un flujo constante de proyectos, los astilleros seguirán en dificultades".
Por su parte, algunos proveedores han expresado críticas ante las consecuencias económicas derivadas de la quiebra de H&W. Un empresario de Belfast citado por Financial Times denuncia pérdidas acumuladas de 22 millones de libras en el sector y describió la situación como un "David contra Goliat", en referencia al impacto desigual en las pequeñas empresas frente a los grandes contratistas.
Russell Downs, experto en reestructuraciones citado por el e periódico británcio, confirmó en diciembre que el acuerdo implicaría pérdidas para acreedores y proveedores.
Consciente de lo políticamente sensitivo del asunto, Navantia ha subrayado su compromiso de revitalizar la industria local en Reino Unido, con planes para desarrollar un “ecosistema industrial saludable” que beneficie a los proveedores y refuerce las capacidades de los astilleros adquiridos. Además, el presidente de la compañía, Ricardo Domínguez, destacó que esta operación es un “activo estratégico” que combina la experiencia global de Navantia con la trayectoria histórica de H&W. En las las gradas de Belfast, por ejemplo, se construyó el Titanic entre 1910 y 1912.
Pese a contar con respaldo de fondos británicos, Harland & Wolff acumuló pérdidas de 51 millones en 2023, según Economía Digital Galicia. Su casi quiebra llevó a Navantia a intervenir para asegurar el contrato FSS -en el que ya eran socios británicos y españoles-.
Mientras el gobierno británico enfatiza el refuerzo a la capacidad naval nacional, la transición no está exenta de tensiones. Navantia afronta el reto de estabilizar los astilleros heredados y reconstruir la confianza de una cadena de suministro fracturada.
Con todo, con la producción de los tres buques FSS programada para comenzar en 2025 y los navíos operativos en 2032, este contrato internacional se perfila como uno de los más importantes en la historia de Navantia. La expansión del astillero público de España llega además, en un contexto prebélico en Europa, lo que se supone acabará por estimular los encargos de los gobiernos a los astilleros militares, sector donde España y Galicia tienen una posición destacada y, en teoría, ahora más fuerte.
Los tres buques de apoyo logístico Fleet Solid Support (FSS), que Harland & Wolff (H&W) construirá en colaboración con Navantia UK, están diseñados para garantizar la operatividad del Carrier Strike Group, el núcleo de la capacidad militar marítima del Reino Unido. Su función principal será abastecer a los portaaviones británicos, como el HMS Queen Elizabeth y el HMS Prince of Wales, transportando suministros críticos: combustible, munición, repuestos y provisiones.
Se estima que cada buque tendrá una capacidad de carga de entre 20.000 y 30.000 toneladas, suficiente para abastecer a los modernos portaaviones de la clase Queen Elizabeth y otras embarcaciones de apoyo.
Incorporarán sistemas de transferencia en alta mar de última generación, lo que permitirá realizar operaciones logísticas seguras y rápidas incluso en condiciones meteorológicas adversas. Además, estarán equipados con tecnología para protegerse de amenazas, como sensores avanzados y sistemas de defensa activa.
Hasta ahora, ni Navantia ni el gobierno británico han revelado especificaciones técnicas exactas de los buques —como eslora, tonelaje o sistemas de propulsión—, aunque se enmarcan en estándares de la OTAN para operar junto a portaaviones. Su diseño priorizará capacidad de carga, autonomía y compatibilidad con sistemas de defensa modernos.
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