​Otra crónica borrada en el minuto 90

Rodrigo Brión Insua

Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020). 

En Twitter: @Roisinho21

Qué difícil es esto de ser antimadridista… No está pagado. Uno se empeña en no serlo, pero ocurre. Seguramente va con la profesión, porque te cansas de tener que borrar la crónica en el minuto 90 y tener que reescribirla de cero, solo porque al señor Real Madrid se le ha ocurrido cambiar en el último minuto el guion que todos habíamos acordado. Ala, vuelta a empezar. “Que el Madrid no te fastidie un buen titular” es un lema que debería recitarse en cada clase de periodismo deportivo. Pero nada, lo ha hecho toda la vida, como cuando los periódicos anunciaban en letras grandes el fichaje de Di Stéfano por el Barça. Sí, ya saben, Di Stéfano, el que ganó cinco Copas de Europa con el Madrid. Hasta esa crónica hubo que borrarla y mandarla al purgatorio de las crónicas escritas antes de tiempo. Allí están la Champions del Atleti en Lisboa, el pase de PSG a cuartos con un Mbappé estelar y, desde ayer, la final inglesa entre el City y el Liverpool. Crónicas que nadie leerá nunca, porque el Madrid se empeñó en reescribir la historia.
 

 

Y ayer de verdad que puse todo mi empeño en no ver el partido. Quién sabe si por pereza o porque algo en el aire me advertía que esto yo ya lo había vivido, asique mejor ahorras esfuerzos. No obstante, maldita la hora en la que me fui a vivir justo encima de un bar. Como las ocas en la antigua Roma, el alboroto de los parroquianos del Nariño me advertía de la llegada del enemigo. Estuvieron silentes prácticamente los 90 minutos, salvo algún lamento esporádico, con Maharez y su progenitora en boca de alguno. Todo cambió cuando la manecilla del reloj casi marcaba las once, momento en que yo me disponía a abrir el ordenador para escribir la crónica de un partido que no había visto, mientras mi tocayo cazaba un ratón en el área pequeña.

 

La Rúa Dos Pelamios se convirtió en ese momento en una fiesta contenida, y yo miré el marcador en el teléfono: 1-1, superado el minuto 90. “Tate, que esto ya lo has visto”, pensé. Los del bar, como yo, sabían lo que iba a pasar, y no dejaron de cantar durante el minuto y medio que tardó Rodrygo -por primera vez me pregunto el motivo por el que mis padres no me pusieron Bruno- en darle la vuelta al marcador.

 

Del 21 del Madrid me diferencian apenas un par de cosas: una letra, un par de kilos -en la cuenta y en las carnes- y el don del oportunismo, que ambos poseemos, pero con distinto tino. Él lo usa para marcar goles; yo para decir lo más inadecuado en el momento menos indicado. En ambos casos es cuestión de seguir intentándolo.

 

Y entonces llegó Benzema, el que faltaba, para dar el pase al Madrid a su quinta final en ocho años. Ese al que abucheaba el Bernabéu, al que solo le veíamos virtudes los hinchas rivales y que no pocos expertos ponían por debajo de Cavani, Lewandowski o Higuain. Ahora su cara sale en el tifo de los Ultras Sur y es el tipo más querido en Concha Espina, solo por detrás de Juanito, su espíritu y la madre que los parió a los dos. Capaces son de ganar otra Champions y de que sea Bale el hombre de la decimocuarta.

 

Al final, solo quedan los gritos de los que se resisten a abandonar el bar de abajo, que salen a la terraza y levantan la silla sobre su cabeza como Alaba, o como si anticipasen otra Orejona. Y solo quedo yo, en el piso de arriba, tan ojiplático como de costumbre, sorprendido de que nada me sorprenda ya por haberlo visto tantas veces y con el mismo resultado, y refugiado en una conversación de whatasapp con algún amigo atlético, el único que puede entender este enésimo Día de la Marmota.

 

Que 90 minuti en el Bernabéu son molto longos ya lo sé yo. Ya lo sabe Europa entera. Pero lo larga que se me está haciendo la Liga, la Champions y la temporada solo lo sabemos yo y Xavi. El técnico del Barça debe haber visionado el 0-4 de marzo unas cincuenta veces, sin sacar más conclusión que: “¿Cómo pudo pasar aquello?”.

 

Pues como pasó lo de ayer al City, lo del Chelsea antes, lo del PSG antes de antes y lo que pasa tantas y tantas veces. Le pasó al Atleti, le pasó a la Juve, le pasó hasta al Wolfsburgo y me va a seguir pasando a mí. Que las cosas pasarán solo porque las permite el Madrid. Lo demás son improbabilidades estadísticas que los blancos, simplemente, conceden. Porque pueden. Porque saben que, llegada la hora, alguien meterá la cabeza, o estirará el pie, o resbalará, o habrá una mano, o un penalti, o una flor, o Franco, o Pedro Sánchez, o el ratoncito Pérez, qué sé yo. Si yo ya no sé nada, y menos de fútbol, algo que me lleva años avisado mi estimado Diego Colinas. Solo sé que cuando Putin apriete el botón rojo, solo quedarán las cucarachas y el Madrid, ganando y ganando. Por los siglos de los siglos. Qué difícil es esto de ser antimadridista…

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