La vergonzosa debacle del Barça en Lisboa es el epílogo de las graves derrotas que ha sufrido el equipo en las últimas temporadas. Sin tener que buscar muy lejos, ahí está para la memoria culé la agonía de Ansfield donde Messi y sus compañeros perdieron algo más que el oremus antes de volver a casa con el rabo entre las piernas.
Ayer el Bayern demostró nítida y justamente quién sabe competir en la Champions y quién ni siquiera lo intenta. Todo lo que pasó en el estadio del Benfica sonó a tragedia deportiva y a cambio de ciclo, y todos, especialmente jugadores y directiva, son específicamente responsables, unos más que otros de los sucedido. Por ejemplo, el presidente Bertomeu más que el entrenador Setién, y el defensa Piqué más que el delantero Messi.
El problema de este club, que para eso es “més que un club”, es que la soberbia de los momentos felices le ha impedido saber cuándo iba a venir un cambio de ciclo. Algo que por ejemplo Guardiola supo adivinar cuando, ganándolo todo, se fue al Bayern y nadie le preguntó en privado cuál era la razón verdadera de su sorprendente marcha. El tiempo, que todo lo puede, nos acabaría demostrando que el inteligente entrenador de Santpedor había abandonado el edificio antes de que éste se derrumbara estrepitosamente sobre su cabeza. Con sus hazañas posteriores como técnico de élite nos demostró que había mucha vida futbolística fuera del Barça y que era mucho mejor para todos tomar una decisión tan difícil de entender. Curiosamente fue el Bayern el que le dejó irse a Manchester cuando entendió que sus colores no ganarían la Champions, Mientras en Can Barça los directivos siguieron a la suya, ebrios de gloria inmediata, malgastando recursos y tiempo y gozando de unos triunfos que ni les pertenecían, ni sabían cómo administrar. ¿Quién se atreve a cambiar algo cuando todo te sonríe? Pues ya ven, nada es eterno, ni siquiera Messi... y en la Champions mucho menos.
Y ahora la gran pregunta: ¿qué hacemos? Pues, primero lo más importante: cuidarse y protegerse del coronavirus. Luego, convocar elecciones a Presidente, poniendo fecha cercana a las mismas, pero con el tiempo suficiente para que se postulen candidaturas serias y no fantasmas como Laporta. Ahí podría tener su oportunidad el lenguaraz Piqué para demostrarnos que tiene un proyecto sólido para el club, como lo han tenido los actuales dirigentes del Bayern, la mayoría internacionales con prestigio. Y como no, gente alejada de la política porque, ahora mismo con la que está cayendo, solo le faltaba al Barça dividir a su afición por cuestiones ideológicas. Atentos al dueño de Mediapro. En tercer término, propiciar bajas en una plantilla necesitada de jubilaciones anticipadas que hasta los recogepelotas saben a quiénes son. Para hacerlo no es necesario fichar a Pochettino, porque técnicos de su nivel los hay ya en la casa, que pueden asumir esa desagradable misión sin cortarse un pelo. Finalmente, con un nuevo Presidente instalado en su despacho oficial y tras una sesuda reunión de la nueva Junta, buscar un Director Deportivo de nivel que nos contrate al nuevo entrenador, sus ayudantes y luego la gente que va a completar la plantilla, que no tiene porque ser bendecida por ninguna de las estrellas del club.
¿Y Messi? Convencerle de que se quede, porque irse en las actuales circunstancias no se lo merece ni él, como extraordinario jugador y generosa persona, ni la gente que lo idolatramos. Ahora mismo, los que le han sufrido en el campo trataran de tapar sus propias vergüenzas deportivas con el resultado de Lisboa para no reconocerle su trayectoria. Como es libre de irse o quedarse, hay que respetar su decisión, sea cual sea, aunque duela decirlo. Por cierto: Piqué no es Messi.
(Continuará)
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