Pocas veces un resultado electoral permitió una lectura política tan fácil como estas elecciones gallegas de ayer, 12 de julio. Por esta razón resulta muy sorprendente que haya dirigentes políticos que sean incapaces de hacer las oportunas lecturas.
Por caso, fueron unas elecciones que confirmaron una vez más que cuando se trata de unas elecciones autonómicas, Galicia vota en clave gallega, diría más, en clave galleguista. He ahí que los resultados sean muy diferentes segundo que clase de convocatoria se trate: generales, autonómicas y locales. Una evidencia que, por caso, tira por tierra el falaz argumento de que los/as gallegos/as votan siempre a los mismos/as. Que tanto el Partido Popular (PP) como el BNG tengan claro esta visión política de los/as gallegos/as explica en gran parte sus resultados.
Parece indiscutible, ahí están los resultados, que el Partido Popular (PP) es quien mejor entiende esta vocación de los gallegos. Por si no fuesen suficientes las evidencias de que con estas últimas elecciones serán cuatro las convocatorias sucesivas que el Partido Popular (PP) gane con mayoría absoluta presentando al mismo candidato (A. Núñez Feijóo) está el hecho empírico de que en la historia de la autonomía, si la memoria no me falla, el Partido Popular (PP) solo presentó tres candidatos (Fernández Albor, Fraga Iribarne, Núñez Feijóo) algo que no sucede en ningun otro partido. Candidatos que siempre pusieron por delante su condición de gallegos. Puede que a muchos este argumento le parezca falaz pero no está de más recordar que Albor, Fraga y Feijóo siempre hicieron hincapié, aunque solo fuese a nivel de propaganda, su condición de gallegos, de políticos gallegos por delante de su realidad de dirigentes del Partido Popular. Una estrategia totalmente exitosa como de nuevo venimos de tener la prueba cuando el Partido Popular (PP) consolida su mayoría absoluta luego de una campaña donde aparece Galicia como referencia política, mientras las siglas del PP estaban prácticamente desaparecidas. A. Núñez Feijóo revalida su mayoría absoluta ofreciéndose como un líder gallego a pesar de conflictos relevantes, como el de la sanidad, los mayores, la Mariña lucense, Verín... Por otra parte, a lo largo de todos estos años, el Partido Popular de Galicia viene confirmando que se trata de una familia sociopolítica cuya fuerza está tanto en su fiel electorado (por encima de los 650.000) que en sus líderes. Empeñar, por parte de las izquierdas, en que su fuerza está en el caciquismo, es un gran error cuando hoy por hoy las izquierdas tienen mucho más poder institucional a nivel local que las derechas.
Quien, por razones lógicas, tiene esto claro es el Bloque Nacionalista Galego (BNG). El destrozo de EN MAREA les dejará prácticamente todo el campo galleguista. Un regalo que supo aprovechar. Apoyándose en una magnífica candidata (Ana Pontón), moderando su discurso de cara a atraer a los desencantados con los políticos de EN MAREA, y capitalizando su trabajo previo a parlamenta, el BNG sacó un resultado magnífico. Un resultado (19 diputados) que deja a bastante distancia a la tercera fuerza (PSOE: 15 diputados) y que le va a permitir ejercer el liderazgo de la oposición en la legislatura próxima. Sin embargo, no debería emborracharse con este resultado, y si realmente quiere llegar a gobernar, y muy especialmente conseguir la Presidencia de la Xunta de Galicia, tendrá que revisar algunos de sus postulados, renovar algunos de sus liderazgos, incrementar la presencia femenina en los puestos directivos y abrirse con generosidad y visión política a los sectores del galleguismo que, por razones diferentes y algunas bien fundamentadas, aun desconfían de su liderazgo.
La situación del Partido Socialista (PSdeG-PSOE) no es para ser optimista. Con uno de los peores resultados de la historia, siendo superado, por segunda vez consecutiva, por otra fuerza de las izquierdas, el futuro inmediato no parece claro. La primera conclusión, confirmada después de escuchar a Gonzalo Caballero las explicaciones de los resultados obtenidos, es la de que este PSdeG-PSOE sigue sin entender que las elecciones autonómicas en Galicia se celebran en clave gallega porque así lo quiere la gran mayoría del electorado gallego. Resulta significativo, y debería preocuparles a sus dirigentes, que la juventud gallega parezca hoy simpatizar más con los postulados del BNG que con los del PSdeG-PSOE. Habrá que estar el acecho de las reacciones y decisiones que tomen sus dirigentes. La experiencia histórica debería enseñarles que las soluciones pasadas no son las mejores, ni mucho menos.
El destrozo de Galicia en Común (UP) viene a confirmar aquel viejo dicho de que "Roma no paga traidores". También podíamos repetir la sentencia que viene de hacer Iñigo Errejón refiriéndose la actualidad de Podemos: "Aquello ya no existe, ahora se llama UP y tiene los resultados de siempre de IU". La búsqueda de no se sabe bien qué objetivo político, que no había sido el solamente personal, sin señales de identidad, los directivos y dirigentes de esta organización desde el día siguiente a las elecciones autonómicas del 2012 vienen destrozando todo lo que encuentran a su paso, he ahí lo que pasó con EN MAREA en cuyo destrozo tuvieron una gran responsabilidad, dando una imagen de cainismo y falta de proyecto político que viene de finalizar situándolos en la marginalidad, sin presencia en el Parlamento gallego, después de haber conseguido 14 diputados en las elecciones del 2016. Por perder hasta perdieron su referente municipalista como prueban los pobrísimos resultados obtenidos, por caso, en Compostela y A Coruña.
Como reflexión final llamar la atención sobre lo elevado nivel de abstención (41%) que se puede justificar en grande parte por el impacto provocado por la pandemia que, sin dudas, hizo que muchos posibles votantes habían optado por abstenerse. No obstante, muy especialmente si las izquierdas quieren darle la vuelta a la actual situación, sería importante que se consiguiese un mayor nivel de participación que al tiempo daría más fuerza social y política a la autonomía gallega.
Siéntanse cómodos, que la travesía va para largo.
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