Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.
Al emperador neofascita Donald Trump no les basta con tener súbitos, ha de humillarlos. Con todo, solo se puede humillar a quien no es libre.
Una emboscada diplomática. Un show diseñado para humillar al mandatario ucraniano y acabar con su presidencia. El objetivo de Donald Trump es la dimisión de Volodymyr Zelensky.
El sociopata busca sacárselo del medio para firmar un pacto rápido con Vladimir Putin. La soberanía de un remoto país a cambio de satisfacer su infinito ego, aparecer como el pacificador, quien sabe si candidato al Nóbel de la Paz.
La reunión entre Donald Trump y Volodymyr Zelensky en el Despacho Oval no fue más que una trampa cuidadosamente preparada, una exhibición grotesca de prepotencia y manipulación.
La excusa para atraer a la víctima a Washington era firmar el polémico acuerdo sobre minerales cuando, en realidad, el pacto no estaba cerrado. La parte económica estaba más o menos pactada, tras someterse Ucrania al chantaje americano casi por completo. Sin embargo, la parte política, las garantías de seguridad de EE.UU. en favor de Kiev, no. En estas circunstancias, lo normal sería - después de recibir a Zelensky en la puerta con las fotos de rigor - reunirse para atar los flecos pendientes y, finalmente, atender a la prensa.
Sin embargo, Trump expuso a Zelensky de entrada a los medios como quien lanza un cordero a los lobos. Tras un inicio cauto, fue soltando argumentos cada vez más agresivos, que sabía que harían sentir incómodo a su invitado. Mientras, el vicepresidente JD Vance esperaba agazapado, como una hiena en la sombra listo para saltar sobre la presa en el momento en que estuviese más desconcertado.
A diferencia de las reuniones con la prensa de esta misma semana previas a negociaciones con los líderes de Reino Unido y Francia en las que Vance no participó, en esta ocasión Trump lo trajo al frente como su provocador en jefe. No es la primera vez que interpreta este papel.
Fue Vance el enviado a Europa para verbalizar el mensaje del neofascismo norteamericano: el precio que estabais pagando por nuestra protección ha subido y Estados Unidos solo protegerá a quien esté dispuesto a entregarnos todo lo que pidamos, sea Groenlandia o el Canal de Panamá. Una estrategia destinada a enriquecerse y, paralelamente, facilitar el ascenso de fuerzas neofascistas afines -como AfD en Alemania o Vox en España- que no tendrían problema en pagar todo lo exigido por su mecenas.
Tras la vil provocación de Vance, Zelensky intentó - con la poca dignidad que le permitía su débil situación- rebatir las acusaciones de Trump. Entonces, Vance entró en escena como un matón de patio escolar. Escaló el tono, acusándolo de no mostrar suficiente gratitud hacia Estados Unidos.
"¿Alguna vez has dicho gracias?", llegó a espetar Vance. Una humillación que no sólo insinuaba era una flagrante mentira -Zelensky empezó la reunión dando gracias y de hecho ha dado gracias también después del encuentro- sino que también buscaba provocar.
"¿Alguna vez has dicho gracias?", llegó a espetar Vance. Una humillación que no sólo insinuaba era una flagrante mentira -Zelensky empezó la reunión dando gracias y de hecho ha dado gracias también después del encuentro- sino que también buscaba provocar. Fue una pregunta mezquina y teatral que evidenció que el objetivo de los americanos no era negociar, sino humillar. Además, Trump es un yonqui de la atención y sabe que el mejor motor de un reality show es el conflicto.
Y luego está el detalle del periodista de ultraderecha —Brian Glenn, de la cadena 'Real America's Voice', próximo a la ultra Majorie Taylor Green— que atacó Zelensky por su atuendo, sugiriendo que no era respetuoso con el presidente. “¿Por qué no lleva traje? ¿Tiene siquiera un traje? Está usted ante el nivel más alto de la administración de este país y se niega a usar un traje" espetó el provocador, cuando todo el mundo sabe que Zelensky lleva años vestido de militar.
Una acusación ridícula -también Musk estuvo esta semana en ese despacho sin traje- , pero que Vance, atento a cada oportunidad de hurgar en la herida, acogió con una sonrisita cómplice. Pocos minutos después, la denuncia de que Zelensky estaba siendo irrespetuoso no salía de la boca del periodista, salía de la boca del vicepresidente. Llegado este momento, Trump, si en realidad buscase un entendimiento habría cortado el espectáculo. Por el contrario, dejó que los medios siguiesen filmando a bocajarro el bochorno de su aliado.
Entre esos medios que asistieron en primera fila a la farsa estaba la agencia rusa Tass. Sí, Tass, la agencia oficial del Kremlin, la agencia Efe rusa, tuvo acceso privilegiado mientras gigantes americanos de la información internacional Reuters o AP eran relegados al plasma. Otro guiño a Putin.
En definitiva, Trump atrajo al presidente de Ucrania a una encerrona, dándole a entender que podría arrancar algún tipo de promesa de protección militar a cambio de entregarle buena parte de la riqueza del país. Lo atrajo para provocarlo ante todo el mundo y despues humillarlo. Pese a su indudable valentía, Zelensky no ha podido evitar quedar retratado como un siervo impotente.
El resultado del encuentro ha sido precisamente lo que buscaba el equipo de Trump. Si quiere salvar parte de su país de la invasión rusa, a Zelensky le quedan pocas más opciones que dimitir y al pueblo ucraniano elegir como líder a un títere que se someta al reparto pactado entre Putin y Trump.
La única alternativa es que Europa despierte de una vez por todas y plante cara a los dos imperios, al ruso y al americano.
De la reunión de ayer, podemos y debemos aprender una lección imprescindible para nuestra supervivencia como democracias más o menos funcionales. Al emperador neofascita Donald Trump no les basta con tener súbitos, ha de humillarlos. Con todo, solo se puede humillar a quien no es libre. La soberanía de Ucrania depende casi totalmente de Estados Unidos pero la de Europa no, al menos todavía no del todo.
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