Encontrar en la cocina determinados alimentos nos parece muy sencillo: se compran en los supermercados o las fruterías. Pocas veces se piensa el origen, dónde se producen y quienes son los encargados de proveernos de ellos a través de su trabajo. Las gentes del campo: payeses, labregos, agricultores, es igual el nombre según la zona de España, son las personas que cada día, con sol, lluvia, viento o frío, están cuidando de sus tierras, sus cosechas, para que crezcan de la mejor manera posible para llegar a las mesas de las gentes. Un trabajo duro, muy duro, que casi nadie valora en su justa medida, hasta que dejan de llegar provisiones.
Lo que está sucediendo estos días con las manifestaciones de los agricultores cortando las vías de España con una de sus herramientas de trabajo, el tractor, es el grito de los que se sienten maltratados. Miles de tractores ocupan las carreteras, autovías y autopistas para hacerse sentir, con el sonido de sus motores y bocinas que llaman la atención de todos los que se encuentran a su paso.
Las manifestaciones de tractores han sido convocadas a través de las redes sociales y al margen de las grandes asociaciones del sector. ¿Por qué? Sencillamente porque no confían en ellas. Las redes están siendo - para lo bueno y lo malo- un instrumento de comunicación importante. Así se ha demostrado en otras huelgas. Este hecho deja en muy mal lugar a los que “legítimamente” dicen defender sus intereses. Es un aviso para navegantes.
El motivo de la huelga es que los que producen el producto son los que menos reciben, y los consumidores, los que más pagan. En medio, los intermediarios y los que venden, lo que no es justo. Si a eso añadimos que la legislación europea pone trabas con normativas que se aplican a los comunitarios, pero no a otros países, como Marruecos, por ejemplo, se produce un agravio comparativo. Fuera juegan con ventaja, con precios más bajos. La cosa no queda ahí, cada día se multiplica la burocracia administrativa. A ella se dedican muchas horas que restan de estar en la tierra, como ellos quieren.
Las elecciones europeas que están a la vuelta de la esquina están sirviendo para alcanzar acuerdos. Empezaron los agricultores franceses, con una semana de manifestaciones, cortes de carreteras - y lo más grave, tumbando camiones españoles llenos de carga de productos del campo. No los dejaban circular y las pérdidas han sido millonarias –. Los franceses protestaban por la presión impositiva en las granjas como medidas de cuidado medioambiental, la eliminación de exenciones de impuestos al combustible para maquinarias y la importación de productos, lo que causa un impacto en la industria local. Son las mismas cosas por las que ahora protestan en toda España. Al final, el Gobierno francés les ha prometido cambios, lo mismo que la UE. Son los “beneficios” de época electoral, aunque sean justos. Con esas promesas abandonaron sus protestas.
Ahora, con las marchas de los agricultores españoles montados en sus tractores y vehículos agrícolas, quieren ser escuchados en sus territorios y en Madrid, sede del gobierno de España. Están decididos a llegar allí, aunque tarden unos cuantos días. Será la manifestación de los que ni el tiempo, la distancia o la climatología les haga renunciar a sus demandas que consideran justas. Muchas son las pancartas que acompañan a los manifestantes, entre ellas: “Sin agricultura la mesa está vacía”.
Seguro que en pocos días se llegará a un acuerdo, no hay duda, porque es justo lo que pide. Los agricultores han manifestado que esta huelga no tiene color político ni está dirigida por ninguno de ellos, por más que algunos dirigentes con cargos institucionales quieran apropiarse de ella. Es más, los que han ido a sacar rédito político, los han invitado a marcharse.
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