En apenas 20 años hemos visto como Internet se ha introducido en nuestras vidas inundando todos los aspectos, tanto personales como sociales y económicos, de forma que poco queda ya que pueda ser completamente ajeno al mundo digital. El desarrollo tecnológico y la liberalización del sector de las telecomunicaciones han permitido que nuevos agentes, en principio externos, hayan desarrollado servicios al margen del control y gestión de los operadores tradicionales de la infraestructura de red aprovechando esa conectividad global. Hablamos de gigantes como Google o Facebook, pero también, por ejemplo, de pequeñas empresas que desarrollan aplicaciones para móviles. Los nuevos actores y los tradicionales conviven en el ecosistema digital, interaccionando entre sí y compitiendo en la prestación de servicios finales a los usuarios.
Con mucha frecuencia los servicios que prestan las empresas recién llegadas cumplen las mismas funciones y satisfacen las mismas necesidades de comunicación que los servicios que proporcionan las operadoras tradicionales. El problema es que unos y otros están sometidos a una normativa distinta por el hecho de ser prestados con soluciones tecnológicamente diferentes. Esto implica que los usuarios estarán sujetos a diferentes grados de protección de sus derechos como consumidores en función de quién sea el agente que les presta un servicio digital. Por ejemplo, el mismo consumidor envía mensajes vía WhatsApp y vía SMS, pero sus derechos no son los mismos en un caso y en otro, dado que determinadas obligaciones legales, como la transparencia o la calidad del servicio, solo se exigen a los operadores de telecomunicaciones y no a otros prestadores de servicios de mensajería.
Esta regulación asimétrica, que implica que los servicios nuevos en el ecosistema de Internet escapan a la normativa existente en el sector, tiene su origen en el hecho de que este sigue rigiéndose por una legislación desarrollada cuando Internet comenzaba a andar y todavía se hablaba de servicios de comunicaciones (telefonía fija y móvil, el acceso a la banda ancha y los servicios de televisión) y servicios de la sociedad de la información (todo lo que no encajase en la primera clasificación).
Hoy en día la separación entre los distintos servicios ya no está tan clara como en aquel momento: existen numerosos servicios de comunicaciones prestados a través de Internet que no involucran el transporte de señales, por lo que no son considerados servicios de comunicaciones electrónicas, pero que resultan, sin embargo, plenamente sustitutivos de los servicios prestados tradicionalmente por los operadores de telecomunicación, como los servicios de voz.
El concepto de 'Level playing field', objeto de una reciente publicación de Fundación Telefónica, hace alusión a la necesidad de establecer unas reglas del juego justas en el ecosistema digital para dar una protección satisfactoria a los usuarios y un trato ecuánime a los agentes del sector, en un escenario completamente nuevo y en constante cambio.
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