La tríada de gobernantes populistas autoritarios y reaccionarios parece haber perdido a su integrante más poderoso e influyente: Donald Trump. De los dos que restan en el proscenio de la política internacional (Boris Johnson y Jair Bolsonaro), el premier británico refuerza el tono de su rancio discurso imperialista. Ahora anuncia un aumento en 18.000 millones de euros anuales en los gastos de defensa para “…volver a ser la primera potencial naval europea”. ¿Será una insinuación subliminal de aquella máxima latina, si vis pacem, para bellum..? En la disparatada huida hacia adelante del conservador inglés ya casi nada sorprende en su reclamos políticos, como los que le alinean a los comentarios de su ministro de sanidad, Matt Hancock, mintiendo respecto a la superior capacidad científica y operativa de los ingleses por haber sido los primeros en aprobar la vacuna del Covid-19, y ello gracias al Brexit (curiosamente nada dice respecto a las alegaciones de Rusia y China de ser ellos mismos los primeros países en haber desarrollado y aplicado la vacuna).
Empero, y salvo una rebelión interna dentro del partido Tory --del modo a como sucedió con la dimisión de Margaret Thatcher en 1990--, el principio constitucional de la supremacía parlamentaria establecido tras la Gloriosa Revolución de 1688, augura a Bo Jo una estancia en 10 Downing Street por otros cuatro años más.
Puede que no sea ese el caso del presidente brasileño, el cual confronta las próximas elecciones de 2022 en una posición de incertidumbre, tras los resultados de las últimas elecciones municipales en el gran país sudamericano. Dolorosa ha sido, en especial, su derrota en Río de Janeiro su ‘inexpugnable’ feudo electoral.
Más allá de los corrimientos de votos entre partidos, muchos de ellos de ámbito local, y de coaliciones puntuales en las candidaturas para los municipios y mesogobiernos de los 26 estados que componen la federación brasileña, el hecho relevante de los recientes comicios es la vuelta mayoritaria del voto a los ‘viejos’ partidos del centro derecha. No se equivoque el lector, sin embargo, en juzgar tales cambios en el comportamiento electoral como un triunfo ideológico de las formaciones antecesoras del triunfo de Lula y su Partido de los Trabajadores en las elecciones de 2002. Tampoco a la izquierda petista le ha ido nada bien y prosigue su itinerario de confusión tras los reveses judiciales por los escándalos de corrupción instrumentalizados en su contra por sectores de la judicatura brasileña.
Bien podría interpretarse que el voto ‘antisistema’ que acaparó Bolsonaro a su favor en las elecciones de 2018 está en reflujo. Ahora se habría producido un ‘voto de protesta’ contra los excesos del inefable presidente, el cual se ha canalizado hacia aquellos partidos tradicionales que podían efectivamente parar el populismo desatado por las propuestas y prácticas del presidente brasileño. Repasemos a modo de sintético inventario algunas muestras de las más estrambóticas y de mayor repercusión mediática.
En su último discurso ante la asamblea de la ONU, el presidente brasileño afirmó que quienes iniciaron los incendios que siguen devastando extensas zonas del Mato Grosso, vitales para la supervivencia ambiental no sólo de su país y del subcontinente sudamericano sino del planeta Tierra en su conjunto, no fueron sus amigos terratenientes, sino los pueblos indígenas. “El indio y el caboclo prenden el fuego”, afirmó el presidente, combinando su afición por la mentira y el racismo. En realidad, los grandes beneficiarios mercantiles de la destrucción medioambiental son los grandes propietarios que se dedican a la exportación de ganado vacuno, soja, maíz transgénico y otros monocultivos, un sector económico altamente rentable que sostiene con la fuerza de sus recursos la máxima propagandística goebbeliana de hacer verdad la mentira por repetición. A tal fin su red de apoyo parafascista articula los bulos que llegan a millones de brasileños mediante guasaps, páginas web distribuidoras de fake news, o influencers y youtubers digitales asociados al gobierno o infatigables pastores evangélicos propagadores de falsedades en sus cultos.
Para conseguir sus fines, y siguiendo fielmente las ideas de Trump en EEUU, el presidente brasileño anima a que: “…¡el pueblo se arme!”. Así se evitaría que “… llegue un mierda de alcalde y mande quedarse en casa”. En tal reclamo, no pocos observadores vieron un llamamiento a organizar milicias armadas frente a decisiones impopulares de sus adversarios políticos. Aunque la situación propiciada por la expansión del Covid-19 haya reducido el tránsito humano en las calles, la necesidad de autoprotección y la flexibilización en la compra de armas impulsada por Bolsonaro han contribuido al aumento de los asesinatos en un 6% durante el primer semestre de la pandemia durante 2020.
Él mismo se ha declarado solemnemente contrario a vacunarse, y anima a sus paisanos a que sigan su ejemplo.
Todas sus propuestas favorecen la priorización los intereses económicos particulares frente a los generales de la salud pública (Brasil se está acercando a la cifra de 200.000 fallecimientos a causa de la pandemia del Coronavirus). "Dijeron… 'quédense en casa, que la economía se recuperará', pero os hundieron a todos". Él mismo se ha declarado solemnemente contrario a vacunarse, y anima a sus paisanos a que sigan su ejemplo.
Sus proclamas más delirantes incluyen el consejo a sus compatriotas de que, "…tenéis que dejar de ser un país de maricas", o las propuestas de sus ministras de instituir una ‘Bolsa Estupro’, al modo a la existente Bolsa Familia que facilita prestaciones asistenciales condicionadas a los más pobres. A tal fin se facilitaría el abono de una cantidad mensual equivalente de 20 euros a aquellas madres que tras una violación decidan seguir adelante con su embarazo y reconozcan al violador como padre del futuro niñ@.
Puede que estemos asistiendo a un declinar de los excesivos políticos populistas y autoritarios que durante los últimos años han galvanizado a significativos sectores de sus electorados, los mismos que ahora parecen darse cuenta de la demagogia sin recorrido de sus iniciativas y actuaciones. Claro que nada es desechable de antemano, ni puede darse definitivamente extinto: ¿o es que no se imaginan de nuevo a Trump en la Casa Blanca tras las elecciones de 2024?
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