La acacia, la preciosa y letal invasora de los montes de Galicia
El doctor Joám Evans Pim, coordinador de las Brigadas Deseucaliptizadoras, y el biólogo e investigador Jonatan Rodríguez, atienden a Galiciapress para desgranar la problemática que esconden la propagación de las acacias por toda Galicia. Concretamente las mimosas y la acacia negra son dos plantas invasoras que suponen una amenaza tanto para las especies autóctonas, por su “agresividad”, como para los humanos, por jugar un papel fundamental en el nuevo régimen de incendios.
El doctor Joám Evans Pim, coordinador de las Brigadas Deseucaliptizadoras, y el biólogo e investigador Jonatan Rodríguez, atienden a Galiciapress para desgranar la problemática que esconden la propagación de las acacias por toda Galicia. Concretamente las mimosas y la acacia negra son dos plantas invasoras que suponen una amenaza tanto para las especies autóctonas, por su “agresividad”, como para los humanos, por jugar un papel fundamental en el nuevo régimen de incendios.
Las acacias, presentes a lo largo del río Miño
El amarillo suele anunciar la llegada de la primavera en Galicia. Los montes de la comunidad parecen bañados en oro, acompañados de los primeros días de sol a medida que la luz va ganando horas de la noche. Pero mientras que el amarillo de la retama, aquí llamada xesta o sencillamente ‘maio’ por su uso durante las festividades de ese mes adornando propiedades para atraer la buena fortuna, es el propio de nuestras comunidad, hay otro áureo invasor que se ha ido apoderando de los montes gallegos, colonizando cada trozo de tierra que conquista a su paso y arraigándose hasta desplazar a todas las plantas autóctonas de la zona.
Nos referimos a las acacias, una invasora tan preciosa como silente que, bajo la sombra del polémico eucalipto, ha ido ganando territorio en Galicia hasta el punto de volverse un problema de primer orden tanto para la silvicultura gallega como para las comunidades de montes.
DIMENSIÓN DEL PROBLEMA
Para entender la dimensión del problema, el biólogo Jonatan Rodríguez, investigador del grupo de investigación BEV1 Agrobiología Ambiental de la Universidade de Vigo, explica a este medio que las acacias son los “árboles o arbustos pertenecientes a la familia Fabaceae, conocidas también como leguminosas, y que tienen como función principal la fijación de nitrógeno en el suelo”.
Estas plantas cuentan con 32 especies potencialmente invasoras. “En la península ibérica”, precisa, “tenemos presentes 14 especies exóticas del género Acacia, de las cuales al menos ocho están consideradas como especies exóticas invasoras”. Y en Galicia hay “seis especie citadas” con la mimosa –incluida en el Catálogo de Especies Exóticas Invasoras, lo que prohíbe su posesión genérica o propagación- y la acacia negra como las “más problemáticas”.
“Estas dos especies se encuentran principalmente en zonas forestales, bordes de carreteras, terrenos abandonados, etc. Si tuviéramos que resaltar en que zonas se concentran, podemos asegurar que la mimosa está ampliamente extendida en la comarca de O Ribeiro, y la acacia negra en zonas forestales de la provincia de Pontevedra. Sin embargo, con el paso del tiempo, están aumentando su expansión por toda Galicia, incluso pudiendo llegar a zonas de más de 1000 m de altitud, como es el caso de la mimosa en O Courel”, explica el investigador, reconocido por su participación en numerosos ensayos e investigaciones sobre la problemática que están generando estas plantas invasoras.
La retama o xesta comparte el mismo color amarillento de las mimosas
Desde las ‘Brigadas Deseucaliptizadoras’ el doctor Joám Evans Pim, coordinador de las Brigadas, también cita la presencia extendida de las mimosas “en los valles de Ourense y Monterrei”, mientras que la acacia negra también habita “en amplias zonas de la costa atlántica”.
Su expansión por todo el territorio gallego está causando un gran impacto que afecta “tanto a plantas como a suelo” según señala Rodríguez. Las acacias “reduce de forma considerable la cantidad de luz en el nivel del sotobosque, disminuye la disponibilidad de agua en el suelo, altera de forma severa el contenido de nutrientes y produce acidificación en el suelo, altera las comunidades microbianas y las actividades enzimáticas del suelo, y disminuye la cubierta vegetal nativa, además de la diversidad de especies bajo su sotobosque”, subraya el investigador sobre esta especie que califica como ‘agresiva’ porque “produce tal cantidad de impactos en las zonas que invade que no permite la supervivencia de muchas de las plantas nativas”.
Sin embargo, las acacias no solo son un problema para otras plantas, sino que favorecen “directa o indirectamente al aumento de insectos plaga”. “Por ello, a pesar de que muchas plantas nativas pueden verse liberadas de enemigos naturales, debido a la presencia de plantas exóticas invasoras, en nuestros estudios hemos observado aumenta de forma considerable la población de insectos exóticos y también insectos generalistas nativos que pueden ser vectores (transmisores o portadores) de enfermedades que afectan a las plantas”, comenta el biólogo, subrayando que estos insectos también son un peligro para los agricultores que terrenos próximos a zonas de mimosas.
UNA ESPECIE ORNAMENTAL AHORA DESCONTROLADA
Como explica Jonatan Rodríguez, la acacia llegó a Europa durante el S.XIX “porsu interés como especie ornamental, debido sobre todo a la belleza y aroma de sus flores”. En la actualidad, la comercialización de las mimosas es está prohibida por ley, por lo que desde Cousa de Raíces instan a denunciar ante el SEPRONA “cualquier vivero o establecimiento que comercialice mimosas como planta para jardinería".
La presencia de estas plantas invasoras condiciona la lucha contra los incendios
Con los años, esta especie se destinó a otros usos, como la fijación de taludes en infraestructuras por su eficacia. También se usa en la viticultura y para mejorar el rendimiento de producciones forestales, especialmente en extensiones de eucalipto (especie también originaria de Australia, como la mayoría de especies de acacia), donde los silvicultores las plantan “en asociación, ya que la acacia favorece la fijación del nitrógeno en el suelo”, explica Rodríguez. Por su parte, desde las Brigadas citan a la acacia negra como una planta introducida por el interés comercial que despertaba su madera.
Sin embargo, el clima Atlántico Oceánico de transición que goza Galicia favoreció al arraigo de las plantas en la comunidad. “La cantidad de lluvia que tenemos en Galicia por año, junto con las temperaturas suaves, ayudan a que esta especie pueda establecerse, naturalizarse y crecer en grandes dimensiones, ya que son condiciones climáticas similares a su lugar de origen en Australia”, advierte el experto, que no duda en señalar a las “perturbaciones del selo o terrenos desocupados” como causas de su arraigo y extensión, además de ser una especie que suelta una gran cantidad de semillas, -“que pueden permaneces viables en el suelo durante decenas o incluso cientos de años”-, lo que favorece su dispersión.
UN PROBLEMA PARA LOS INCENDIOS
“Cabe destacar el papel importante que juegan los incendios, cada vez más numerosos, que favorecen su expansión”, lamenta Rodríguez, preocupado por el cambio en el régimen de incendios forestales de Galicia, cada vez más destructivos y de mayor tamaño, sin duda ayudados por este tipo de vegetación.
“La gran producción de hojarasca altamente inflamable por parte de las acacias, que en muchas ocasiones queda acumulada en el suelo, puede ser uno de los principales riesgos, ya que puede favorecer un aumento de la frecuencia e intensidad de los incendios. Además, el fuego puede actuar como estimulante para la germinación de sus semillas e incluso puede favorecer su rebrote de raíz tras un incendio”, denuncia el biólogo.
Su tesis es reafirmada por el doctor Evans Prim, que dice que ambos conceptos se “retroalimentan”. “Se trata de especies pirófitas, que ayudan a propagar el fuego cuando se inicia y que se valen de los incendios para invadir nuevas superficies colonizándolas y suprimiendo los hábitats nativos preexistentes”, destaca, antes de apostillar que zonas como O Ribeiro y Monterrei están amenazadas por el peligro que esconden estas plantas, ya que ambas poblaciones están “rodeadas por esta especie que corta vías de escape propiciando auténticas tragedias”.
LUCHA CONTRA EL INVASOR
Como ‘El Principito’ y los baobabs del cuento de Saint-Exupéry, muchos son los voluntarios que van arrancando las acacias de raíz, que al igual que en el inmortal cuento del escritor francés pueden llegar a “destruir el planeta”…o al menos la naturaleza de Galicia. En la actualidad, la mayor parte de las batallas contra las acacias las están librando los grupos ecologistas, como ‘Verdegaia’ o ‘Cousa de Raíces’ (vinculado a ADEGA), además de las comunidades de montes.
Las Brigadas actúan a lo largo de toda Galicia
Estos grupos actúan “sobre todo el territorio de Galicia”, pero la presencia de estas colonizadoras en Portugal ha puesto en marcha la preparación de actuaciones conjuntas con colectivos lusos en la zona de ‘a raia’. “En O Ribeiro se han realizado una decena de acciones, particularmente en los montes de Lentille y Ridimoas. También en Froxán, Lousame, se combaten ambas especies de acacia”, explica Prim.
Rodríguez lamenta que estas actuaciones sean “esporádicas” y que no sigan “un protocolo de actuación” por la falta de recursos y personal cualificado. “Antes de actuar es necesario evaluar la zona donde se va a desarrollar la acción”, advierte, considerando la guerra contra la planta invasora “como una carrera de fondo”.
“Es expresamente necesario pensar en un proyecto de restauración a largo plazo; ya que muchas de las técnicas que se conocen no son efectivas de manera inmediata. Se debe hacer un seguimiento constante para favorecer la aparición de especies nativas; ya que, si se actúa sin un plan de seguimiento claro, cualquier actuación puede incluso favorecer la expansión de estas especies invasoras, resultando finalmente en esfuerzo perdido y frustración”, remarca el experto, dando a entender que son las administraciones las que deben tomar cartas en el asunto y destinar más recursos para la investigación y lucha contra esta especie que, aunque ni es tan alta ni acapara tantos titulares como los eucaliptos, sí le está quitando la tierra y los nutrientes a nuestras carballeiras, soutos y sobreirales, que a este ritmo desparecerán bajo un mar de flores amarillas.
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