El evangelio comunista según San Fermín (Muguruza)

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

Carezco del bagaje necesario para afirmar si el comunismo es una religión. Lo que tengo clarísimo es que si el comunismo es una secta global, lo de ayer fue una misa espléndida.
 

 

Concierto de Fermu00edn Muguruza en el Multiusos Fontes do Sar en una foto de su Facebook
Concierto de Fermín Muguruza en el Multiusos Fontes do Sar en una foto de su Facebook


 

El comunismo es una religión. Tiene un dogma arcaico, el dictado por Marx, que ha sido adaptado por ulteriores apóstoles. Algunos de ellos, como Mao o Lenin, conforman el núcleo ortodoxo de la doctrina y otros han dado lugar a herejías como la troskista, la anarquista o, Dios nos libre, la socialdemocracia. 

 

Al igual que las religiones, el comunismo subyuga al individuo. El verdadero creyente debe comportarse de acuerdo a las normas dictadas por el partido -que hace las funciones de Iglesia- para alcanzar el ideal último, meta que en realidad es una utopía. 

 

La promesa de una sociedad sin clases donde cada cual aporta según sus capacidades y recibe según sus necesidades es un señuelo. En realidad sirve sólo para que el partido pueda seguir embaucando a nuevas generaciones, prolongando así su hegemonía

 

El comunismo se parece tanto a una religión que incluso tiene mártires, como el Che, o santos, como Mandela.

 

Esta crítica del socialismo real como una forma moderna de pensamiento religioso es una de las más fértiles para cultivar metáforas y de hecho lleva produciendo abundantes cosechas desde hace casi un siglo. 

 

Ya en 1937 Nikolai Berdyaev (The Origin of Russian Communism)  describía al poder soviético como una "religión secular", que sustituye a Dios por el Estado y el proletariado, vinculándolo a la tradición mesiánica rusa. Jules Monnerot en Sociologie du communisme (1949) describe al comunismo como una religión secular con mitos, rituales y una élite sacerdotal jerarquizada en el Partido.  

 

Con todo, fue Eric Voegelin (The Political Religions, 1938) quien, en mi opinión, hizo más pupa al calificar al comunismo como uno de los sistemas políticos que exigen lealtad absoluta y que sin embargo son capaces de atraer a las masas porque ofrecen una visión trascendente de la historia. 

 

Esa visión trascendente, esa capacidad de darle sentido a la vida, es lo que explica en parte el éxito del concierto en el Multiusos do Sar. Porque, aunque no lo parezca, la pesada digresión anterior viene a cuento de la actuación de Fermín Muguruza de ayer. 

 

No tengo ni idea de si Berdyaev, Monnerot, Voegelin, Kołakowski y otros tienen razón. No soy historiador de las religiones, carezco del bagaje necesario para afirmar si el comunismo es una religión. Lo que tengo clarísimo es que si el comunismo es una secta global, lo de ayer fue una misa espléndida. Un akelarre bolchevique magnífico, aunque fuese a casi 40 euros por cabeza.


Un elevado precio que ayuda a entender porqué el color de pelo que más se veía en el Multiusos do Sar no era el verde punky, sino el gris cincuentón de aquellos afortunados que aún conservan pelo, claro.


A la parroquia de Kortatu, Negu Gorriak y otros capítulos de la saga más ideológicamente ortodoxa del Rock Radical Vasco le pasa lo mismo que a la Iglesia Católica, sufre un serio problema de relevo generacional. 


Los pocos chavales que asomaban entre las 5.000 almas congregadas por Fermín aparentaban haber sido embarcados por sus progenitores en una especie de excursión familiar. Estos ojos vieron como un preadolescente era subido a los hombros de su padre, mientras la madre se las afanaba para que en la foto su churumbel no tapase el logo de “Fermin Muguruza 1984 - 2024”. Puro adoctrinamiento ideológico, oiga, lo nunca visto en un concierto de Taylor Swift.


El de Irún celebra 40 años de trayectoria. El público de Galicia y de otras partes del noroeste de la Península respondió, incluída alguna diputada, llenando tres cuartos del recinto pese a su conocida infame acústica. En 2018, cuando Muguruza recaló en Santiago para  presentar su último trabajo, logró congregar a unos cientos de personas en la acogedora Sala Capitol. Cosas, supongo, de la promoción y del olfato del público para detectar un concierto que se prometía histórico. 

 

No defraudó. Durante las casi tres horas de descarga cayeron casi todas esas canciones que se han hecho generacionales sin necesidad de promoción en los grandes medios de comunicación. Prueba, sin duda, de su poder como obras de arte popular.

 

Sonaron casi todos los éxitos porque faltó uno, posiblemente la creación más nihilista de Muguruza. Escuchar a un tipo de 61 años -que se mantiene en una forma envidiable- cantar “Todo este sábado me lo voy a pasar, Privando en mi casa hasta reventar,  Ya estoy harto, no quiero salir más Siempre lo mismo, ¡mierda de ciudad!” puede resultar indigesto incluso demasiado para los más fieles.

 

No faltaron tampoco los cameos de sacerdotes locales (Xurxo Souto y Sés) ni tampoco la reivindicación parroquial. ¡Altri non! bramó varias veces el público espoleado por el predicador visitante. Hubo también reivindicación feminista, lingüística, sandinista, kurda, palestina e incluso congoleña. 

 

Si algo del Evangelio según San Fermín ha resistido el paso del tiempo es la necesidad de salir del terruño sin olvidar de dónde venimos

 

Bendito internacionalismo. Si algo del Evangelio según San Fermín ha resistido el paso del tiempo es el mestizaje, la necesidad de salir del terruño, mirar lejos, evolucionar pero nunca olvidar de dónde venimos. 

 

Al final, si las alternativas morales que nos quedan en este mundo son dos: negar que los problemas de los demás son también nuestros problemas (hasta que nos atrapen) o luchar por un mundo más justo, quizás la mejor opción sea, al fin y al cabo, creer en algo. 


Por lo visto ayer en Sar, para los que apuesten por la segunda opción, San Fermín sigue siendo un profeta creíble, capaz de enardecer masas a base de sudor y ejemplo. Algo que, en los tiempos de postureo que nos ha tocado vivir no es poco precisamente.


 

Aquelarre red skin en el concierto de Fermu00edn Muguruza en una foto de su Facebook
Aquelarre red skin en el concierto de Fermín Muguruza en una foto de su Facebook






 

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