A lo largo de la última legislatura del Gobierno de España, formado por PSOE y Podemos, la salida de tono de dos ministras, sin talla intelectual ni política ha sido realmente incomprensible por la figura que ostentan. Son cargos públicos que deben ser ejemplares. Un Gobierno no es un lugar en el que se pueda jugar, experimentar y hacer lo que primero les viene en gana. Si se hace así, el desprestigio que genera es directamente proporcional a la desconfianza que en ellos tiene la ciudadanía.
Dos ejemplos los hemos tenido hasta este mismo lunes en dos ministras, Ione Belarra e Irene Montero. Ministras que se han creído las reinas del mambo, no han sabido estar a la altura de sus cargos y han creado más problemas que soluciones. Tras envolverse en la bandera del feminismo y la izquierda de la izquierda han incendiado todo lo que han tocado. Para tapar sus carencias siempre han ido de feministas de proa, de izquierdas y guays. La realidad es tan sencilla como que las puso un hombre, no han movido ni un dedo sin consultarle y siguen dirigidas por el divino, poseedor de la verdad absoluta y la honestidad personificada, Pablo Iglesias. ¿Qué clase de feminismo es ese?
No han ocupado sus cargos de ministras por su valía profesional, no, sino porque una es la mujer del jefe y la otra la amiga fiel. Para más inri van por la vida dando lecciones. También en los cargos que ocupan en el partido las ha colocado el macho alfa, quitando del medio a todas las que les hacían sombra. La presencia de estas dos mujeres y algunas más ha sido una estrategia aplicada para engañar a sus bases y a sus votantes. Decía Aristóteles que “no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”.
Con el desgaste del Gobierno por el desastre de las dos ministras, llegada la hora de formar el nuevo Gobierno, Belarra y Montero han quedado fuera del mismo, con el beneplácito de Yolanda Díaz, la líder de Sumar, la plataforma de 15 partidos con las que han concurrido a las elecciones tras quemarse Podemos. Era de esperar para todos, menos para ellas, que no han asumido en ningún momento la decisión. No se lo han perdonado, ni se lo perdonarán nunca a Pedro Sánchez ni a Yolanda Díaz: le han quitado su juguete caro y los beneficios y el disfrute de este. Por ello, tras amenazar con votar en contra de las investidura de Pedro Sánchez y boicotear en el Congreso algunas de las propuestas que pueda presentar el nuevo Gobierno, su despedida y entrega de carteras a sus sustitutas ha sido la reafirmación de lo que son. Montero iniciaba su discurso con duros ataques a Pedro Sanchez, al que acusaba con estas palabras: “Nos han echado del Gobierno y es precisamente por haber hecho lo que dijimos que haríamos”. ¿El Gobierno es propiedad suya? Y se ha mostrado orgullosa de sus “leyes” sin hacer referencia a las consecuencias de la ley “solo síi es si”. No se ha olvidado. como es costumbre suya, de atacar a los jueces con frases como “la ofensiva reaccionaria está aquí y hay que tomársela muy en serio, porque está organizada desde sectores profundos y poderosos del Estado”.
Minutos después se despedía Ione Belarra en la misma línea. Empezaba su discurso mostrando su respeto y admiración a su compañera y amiga Irene Montero: "España ya es otra en gran parte gracias a ti". También a su predecesor, Pablo Iglesias, afirmando que "sin él este Gobierno tampoco existiría". Y como no estaba contenta proseguía diciendo: “Hoy, el presidente Sánchez y el Partido Socialista consiguen lo que no consiguieron en 2019, que es echar a Podemos del Gobierno. Y esto no es que sea políticamente injusto; es, ante todo, un enorme error político, porque lo que tenemos enfrente es una ola reaccionaria”. Mientras, sus sucesores en el cargo aguantaban estoicamente los discursos incendiarios de las ex ministras. Son malas perdedoras y como suele ser habitual se han ido dando la nota, no saben encajar la realidad y el pataleo es su mejor arma, por desgracia.
Un ejemplo de saber estar ha sido el de los ministros socialistas que no continúan. Pilar Llop que deja la cartera de Justicia, se despedía con estas palabras: “En los sitios hay que saber estar, pero sobre todo de los sitios hay que saber irse”. Toda una lección de la que deberían aprender las “echadas”, cosa que dudo. O Miquel Iceta, con una sonrisa y su buen humor habitual hacía el traspaso a su sucesor. Noam Chomsky, intelectual norteamericano, decía que “los derechos no se conceden, se ganan” y de eso deberían aprender Belarra y Montero.
Como demostración del tutelaje de Pablo Iglesias, este escribía en su cuenta de X - antes Twitter-: “Rechazaste ser vicepresidenta porque a ti no se te puede comprar. Pusiste siempre el cuerpo y el alma por delante. Te enfrentaste a tipos muy poderosos y nunca dejaste atrás a tus compañeras. Te lo han hecho pagar, pero, entre tanta mediocridad y cobardía, tú sí eres un referente”. Y se ha quedado tan pancho. De menuda nos hemos librado porque imaginar a Montero de vicepresidenta hubiera aumentado la toma de ansiolíticos en la población. ¿De verdad se cree lo dicho por el próximo líder de Podemos, o solo es para darle ánimos a su mujer que debe estar muy deprimida? Decía el filósofo Diógenes de Sinope que “cuanto más conozco a la gente más quiero a mi perro”.
Sánchez ha sacado del Gobierno a dos ministras incompetentes que además le generaban problemas. Empieza una nueva etapa en la que las tensiones seguirán por otros temas más preocupantes, pero de momento la ciudadanía se ha librado de Montero, Belarra y su secretaria de Estado, la polémica Angela Rodriguez, más conocida como Pam, la tercera componente del trío de la bencina.
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