Responde la denominación del título de este articulo a cómo los yihadistas del Estado Islámico consideran a sus combatientes (fighters) en el extranjero (foreign). Los FF son ‘soldados’ que, aún no perteneciendo geográficamente a los países en los que se ha creado el Califato islámico, han decidido no solo afiliarse a dicho Estado autoconstitutido con enclaves de Iraq y Siria (ISIS o Estado Islámico de Irak y Siria, por sus siglas en inglés), sino que están dispuestos a luchar por su supervivencia y expansión utilizando los métodos de guerra que estén a su alcance, y recibiendo órdenes de la dirigencia religiosa y política musulmana sunita a cuyo frente está el Califa, Abu Bakr Al-Baghdadi.


Los responsables de la carnicería terrorista de las Ramblas han sido/son ‘foreign fighters’. Su capacidad para matar y sembrar el terror ya había quedado ampliamente demostrada en otras acciones efectuadas en Europa en los últimos meses (recuérdense los atentados de Niza, Berlín, Londres, Manchester o Estocolmo). Los FF pertenecen al Daesh, la cual es otra expresión del acrónimo árabe formada por las mismas palabras que componen ISIS; es decir, 'Al-dawla al-islâmiyya fi l-'Irâq wa l-shâm'. Resulta, sin embargo, que dependiendo de cómo se conjugue, esta palabra también puede significar “algo que aplastar o pisotear”, “intolerante” o “el que siembra la discordia”. Las tres acepciones irritan y son rechazadas por los militantes yihadistas.


De las diversas aristas que envuelven los sucesos de Barcelona, tres son aquellos que reclaman las breves reflexiones de este artículo. La primera, y como no podía ser menos, atañe a las fuerzas de seguridad e inteligencia, primeros actores principales en prevenir y reprimir las acciones violentas de los terroristas yihadistas. A pocas semanas para la celebración del referéndum convocado unilateralmente por


LUCHA ANTITERRORISTA



En la lucha antiterrorista, y en un país cuando menos federalizante como España, cabría esperar un fortalecimiento de instancias horizontales como

Tal enfoque alimenta no solo a quienes hacen uso y abuso de las redes sociales con sus bulos y sofismas, sino también a aquellos académicos y profesionales del intelecto que aventuran la hipótesis de que el Estado español habría ‘escondido’ información relevante para la comisión de un posible atentando, el cual se consumó en la tarde del 17 de agosto. Se sugiere, en base a tales suposiciones, que el Estado español se habría aprovechado de tal situación para dejar ‘empantanado’ el proceso de autodeterminación auspiciado por el los nacionalistas secesionistas catalanes. 


La rabia y el odio hacia todo lo español que trasluce en tales paranoias es un desolador contrapunto a la unidad demostrada espontáneamente por los barceloneses, catalanes y españoles de todas las ideologías y sensibilidades que se manifestaron en las calles de


CORÁN


Pero no es menos cierto, como nos recordaba Antonio Elorza recientemente, que los yihadistas terroristas son musulmanes y que existe un dictamen coránico de que un creyente nunca testificará contra otro. Y de que el Corán, las sentencias, las biografías de Mahoma ofrecen la inequívoca doble fundamentación de la yihad como mediación necesaria hasta que el islam impere universalmente (2,193) y de la exigencia de aterrorizar por las armas a los enemigos de Alá (8, 60). 


Es por ello que los musulmanes que acuden a vivir en Europa confrontan un dilema que para algunos de ellos pudiera ser insoluble: ¿Por qué aquellos que pueden saber de las derivas terroristas de sus correligionarios no los denuncian? ¿Anteponen su pertenencia primaria a una religión común a su lealtad a la sociedad europea donde viven? La colaboración de los musulmanes con las fuerzas policiales y de seguridad es crucial para prevenir atentados devastadores como el de Barcelona. A su disposición están web, apps y el teléfono 900 822 066 de denuncias anónimo y confidencial.


En tercer lugar conviene hacer una complementaria precisión a la extendida apreciación de que el fanatismo religioso, y su excrecencia terrorista, no son más que los efectos de las fracturas de desigualdad y poder que separan a occidentales y musulmanes. No pocos territorios donde se asentaban estos últimos fueron colonizados por los europeos en el pasado. Se asume banalmente que lo que ahora sucede en las democracias europeas es directa consecuencia de sus pretéritas prácticas de dominación imperialista. No deberíamos sorprendernos -se deslizan en tales comentarios estructuralistas- que ahora toque penar a los europeos por sus errores sistémicos del pasado. 


Quizá también sería bueno reflexionar sobre la sociodicea, o la explicación y justificación social del mal, tema abordado por uno de nuestros más preclaros sociólogos, Salvador Giner. El pensador catalán nos hace observar que la razón es una instancia que no está, necesariamente, por encima de la realidad. Así, la monótona repetición de la ideología del ‘daño necesario’ extremo se ha impuesto en cuantos movimientos políticos han querido imponer su razón, como es ahora el caso del yihadismo terrorista. Esa es la principal guía operativa de los FF, o combatientes en el extranjero del Estado Islámico.

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