Perdónenme alguno de mis amigos asturianos por haberles robado el término "chifló" que, medio en broma medio en serio, quiere decir que a uno se le ha ido la olla cual Alonso Quijano, aunque algunos identifican chiflar. Eso sí, con más retranca que mis paisanos gallegos. La peripecia viene a cuento de las tres entrevistas con las que el Presidente de Vueling, Don Javier Sánchez Prieto, al "unísono", se ha estrenado en este comienzo de semana en dos diarios de papel y otro digital, -¡menudo pastón se ha gastado en tamaña campaña de imagen!- intentando hacernos olvidar las barbaridades que su compañía cometió el pasado verano contra sus sufridos clientes.


Como quiera que soy usuario regular de alguna de las líneas de Vueling, concretamente la que hace el trayecto Barcelona-A Coruña-Barcelona, no puedo compartir la enorme satisfacción que causa vergüenza ajena de las declaraciones del Presidente de Vueling, quien, lejos de pedir perdón por éste y otros sucesos y esconderse detrás de su mesa de trabajo durante un par de años por el mediático estropicio causado, nos suelta la frase "Vueling no creó problemas, sino que los padeció". Lo cual transporta directamente al personaje a la época de Miguel de Cervantes y deja en entredicho la lucidez del mismo.


Posiblemente al señor Sánchez Prieto se le han olvidado las quejas de sus propios trabajadores en el "momento de los hechos" al sufrir en propia carne las iras de los viajeros. Se defendían a través de su sindicato afirmando que en Vueling no había personal suficiente para atender tanta venta de billetes y, mucho menos, del overbooking que se produjo, del que, por cierto, Prieto echa la culpa a los medios de comunicación, que lo exageramos todo. Yo no estoy en la piel de mis colegas los entrevistadores pero, en su lugar, en ese mismo instante y ante tamaña barbaridad, le hubiera dejado las orejas calientes a Don Javier que, por nadar en la abundancia como consecuencia de la crisis, se cree que la suya es una gestión "impecable".



Personalmente, he padecido tanto las barbaridades de Vueling en mi trayecto a Galicia que muchas veces he lamentado que IBERIA, la antigua compañía española, hubiera caído en manos de British y de paso la entonces Vueling catalano/española por una OPA todavía empresarialmente incomprensible. Supongo que cuando Vueling me lleve de madrugada en un viejo autobús a Avilés porque uno de sus pilotos se niega a aterrizar en Alvedro o me tengan a las 11 de la noche esperando el equipaje en el Prat tres cuartos de hora, volveré a acordarme de la familia del Señor Sánchez Prieto, como se suele humanamente hacer en estos casos.


De momento, me conformo con contribuir a la "muy costosa" campaña del Presidente de Vueling haciendo el papel de "abogado del diablo" de los damnificados, para que quien se sumerja en Internet tenga ante sí un texto alternativo a las muchas alabanzas que, repito hoy recibe, creo que injustamente, Javier Sánchez Prieto. Al menos, a los que sufrimos Vueling, que nos quede el consuelo de la queja ya que no tenemos otra línea alternativa.


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