Domingo de Ramos es una celebración religiosa en la que la mayoría de los cristianos rememoran la entrada de Jesús a Jerusalén y se inicia la Semana Santa.


Este año, la festividad ha venido teñida de sangre por los atentados que han tenido lugar en dos iglesias coptas en Egipto. El terrorismo de los fundamentalistas de ISIS ha vuelto a cebarse con una comunidad que viene siendo perseguida por estos asesinos, que quieren la aniquilación de la comunidad fundada por San Marcos y que representa una de las ramas más antiguas del cristianismo.


El resultado de los dos atentados ha sido de 40 muertos y más de 100 heridos, algunos de ellos en situación muy grave.


ISIS, el mayor grupo sanguinario contemporáneo, se ha autoproclamado como un califato. Como tal se ha adjudicado la autoridad religiosa sobe todos los musulmanes y aspira a controlar política y religiosamente las regiones de Medio Oriente. Es de una crueldad pasmosa y sus métodos tienen atemorizados a los habitantes de las zonas ocupadas.


El Estado Islámico es la vuelta atrás en el tiempo. La edad Media instalada en pleno siglo XXI. La cruzada emprendida por estos asesinos contra los infieles es manifiesta. Los cristianos coptos están siendo perseguidos en los lugares donde estén instalados, por muy pequeños o remotos que estos se encuentren. "El fanatismo es un monstruo que osa decirse hijo de la religión", decía Voltaire.


La persecución de cristianos en las zonas controladas por los asesinos de ISIS es realmente estremecedora. La exterminación de las que son objeto es realmente increíble en los tiempos actuales. Ningún lugar es seguro para aquellas comunidades religiosas que no se retraigan a los deseos de estos miserables.


Mientras la comunidad internacional mira para otro lado en estos asesinatos, lo mismo que en lo sucedido en Siria, donde decenas de personas, muchos de ellos niños, murieron hace unos días tras un bombardeo aéreo con armas químicas, acción llevada a cabo, al parecer, por aviones del gobierno de Bashar al-Assad.


Los dirigentes de ISIS, los poderosos señores de la guerra, solo tienen una motivación, el poder y los beneficios que eso supone, aunque todo lo enmascara en nombre de una religión que ellos han moldeado a su medida. No están solos en esta batalla porque ¿quién suministra las armas?, ¿de dónde les viene la financiación?, ¿quiénes son sus aliados? Son preguntas con respuesta, nada es casual. Lo mismo que el ataque de EEUU a Siria, ¿es por las muertes? Estas son la excusa “humanitaria” pero está claro que tienen que ver con la industria armamentista que apoyó la campaña de Trump.


Que la Semana Santa, para los creyentes, no sea solo la asistencia a los oficios religiosos nada más y para los agnósticos, unos días que se aprovechan para descansar o hacer algún viaje. Hay que concienciarse de las cosas que están ocurriendo y no quedarse con las manos cruzadas porque los acontecimientos quedan muy lejos...


Artículo publicado originalmente en CatalunyaPress


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