La imposición del velo y otras vestimentas—algunas de las cuales parecen cárceles andantes—denigra a las mujeres que se ven obligadas a llevarlas, en la mayoría de los casos en contra de su voluntad.

 

Alumnas con hiyab en un aula en una imagen creada por IA

 

Se acerca el 8 de marzo, fecha en la que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Un día reivindicativo en el que suelen abordarse temas, nuevos o recurrentes, porque los objetivos aún no se han alcanzado. Ahora, de nuevo, vuelve el debate sobre la utilización del hiyab en los centros educativos. No es una propuesta nueva, sino cíclica, porque el problema sigue sin resolverse; se deja aparcado a la espera de que alguien se atreva a enfrentarlo.

 

Dos profesoras, Sonia Sierra y Elena del Pilar, feministas que viven a diario el problema en las aulas con las jóvenes que utilizan este atuendo, rechazan la perpetuación del velo islámico, que consideran discriminatorio, excluyente y una imposición promovida en los últimos años por sectores más conservadores. Su feminismo y su faceta docente las han llevado a presentar una propuesta de modificación legislativa a los grupos politicos  en el Congreso para prohibir el uso del hiyab en los centros educativos de las comunidades autónomas donde gobiernan partidos afines a su postura, ya que las competencias en educación están transferidas a las autonomías.

 

El debate sobre la defensa de las mujeres que se ven obligadas a llevar el hiyab (o velo), el chador, el niqab o el burka no es nuevo ni exclusivo de España. Otros países también enfrentan este problema y algunos ya han tomado medidas, a pesar de las protestas iniciales. La imposición del velo y otras vestimentas—algunas de las cuales parecen cárceles andantes—denigra a las mujeres que se ven obligadas a llevarlas, en la mayoría de los casos en contra de su voluntad. Esto significa que sus derechos son vulnerados por sus padres, hermanos o maridos en nombre de una aplicación estricta de la religión, sin que nadie haga nada. “El acto más valiente sigue siendo pensar por ti mismo. En voz alta”, decía la diseñadora Coco Chanel.

 

Muchas feministas apoyan la prohibición del velo en las escuelas y del resto de atuendos en espacios públicos, instituciones y calles. Es una postura que merece respaldo para defender a las mujeres que no pueden hacerlo por sí mismas. No es un tema cultural, por mucho que algunos intenten presentarlo así; es una imposición que no debe ser ignorada. La sociedad tiene la obligación de actuar, y los gobiernos también. Países como Francia (el primero en prohibir el velo integral), Alemania, Suecia, Noruega, Italia, Dinamarca, Bélgica y Austria ya han implantado restricciones. ¿Para cuándo España? No es una cuestión cultural, sino social, de derechos, de integración y de defensa de las mujeres.

 

El planteamiento de debatir en los partidos políticos la necesidad de limitar el uso del velo no es solo una cuestión feminista. El tema está en la calle y mirar hacia otro lado no es la mejor forma de afrontarlo antes de que la situación se agrave. ¿Se conseguirá? Hay demasiados intereses en juego para alcanzar un acuerdo. La activista Angela Davis decía: “No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar; estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”.

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