Carlos Tavares ha dimitido como CEO de Stellantis, generando una profunda incertidumbre sobre el futuro industrial de la compañía, especialmente en la planta de Vigo. Su salida, inesperada y abrupta, llega en un momento crítico para la multinacional automovilística, donde la fábrica gallega afronta importantes desafíos de competitividad y transformación hacia la movilidad eléctrica.

 

La compañía no ha confirmado qué nuevos modelos se producirán en la factoría vigués, lo que aumenta la preocupación entre los trabajadores y el tejido industrial local. Esta falta de transparencia se suma a la incertidumbre generada por la salida de Tavares, quien era considerado un gestor clave en la estrategia de integración tras la fusión de PSA y Fiat Chrysler.

 

La dimisión de Tavares se debe a diferencias significativas con el consejo de administración y a unos resultados financieros que no han cumplido con las expectativas de los accionistas. Mientras se busca un sucesor, un comité ejecutivo interino liderado por John Elkann gestionará provisionalmente la empresa, lo que añade una capa adicional de complejidad a la situación.

 

La planta de Vigo, que ha sido históricamente estratégica para la producción de vehículos comerciales y modelos de diferentes marcas del grupo, afronta ahora un periodo de máxima incertidumbre. La falta de claridad sobre los futuros proyectos, especialmente en el contexto de la transición hacia la electromovilidad, genera una preocupación creciente entre los más de 6.000 trabajadores directos de la factoría.

 

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