Carlos Montes/Carlos Montes


 

-¿Actualmente las personas son más infelices en su trabajo?

Yo lo dudo. Además, hablar de felicidad ligada al trabajo es un arma de doble filo porque lo primero es preguntarse si es en el trabajo donde tenemos que ser felices. El trabajo es un aspecto central en nuestras vidas, o dicho de otra forma, somo una sociedad que pone el trabajo como eje fundamental en nuestras vidas. Algo más de la mitad de nuestro tiempo lo pasamos en el trabajo o en actividades relacionadas con él. Sin embargo, todo esto tiene más que ver con el significado simbólico del trabajo, dicho de otra forma, el trabajo es una vía con la que nos dotamos de condiciones para obtener recursos que nos permitan vivir. Además de esto, comprende otras funciones a las que deriva su significado psicológico y estas funciones son más latentes que instrumentales. El trabajo favorece la integración social de las personas, el acceso a un estatus social, para muchas personas el trabajo forma parte de su propia identidad e incluso tiene otras implicaciones más sutiles como es estructurar una jornada diaria y nos da una perspectiva. El trabajo en sí es bueno, incluso puede contribuir a nuestra felicidad. Otra cosa es como concebimos la felicidad y la forma en la que el trabajo debe aplicarse para que esta vida sea feliz. Esto es algo más complejo.


 

-Sin embargo, hoy en día son numerosas las personas que se sienten infelices en su trabajo, incluso en puestos envidiables para la gran mayoría, como una falta de satisfacción.

Esa es una interpretación idiosincrática, es decir, cada uno de nosotros destacamos diferentes aspectos de algo tan complejo como es el trabajo. Sin embargo, esa forma en la que le atribuimos significados depende de varias cuestiones, algunas están relacionadas con una suerte de comparación, algo que se podría denominar normas societales. Estas son las creencias que tienen las personas sobre los derechos y obligaciones que tiene cada persona trabajadora. Por otra parte, está la centralidad, es decir, el grado en que el trabajo resulta importante en la vida particular de una persona, hasta qué punto ese trabajo es importante en la identidad de una persona. Con estas dos cuestiones atenderíamos a cómo los demás perciben mi forma de comportarme en el trabajo y por otro lado, si el trabajo es importante para mí o no. Además de esto, también se suman los aspectos relacionados con los resultados del trabajo y con lo que uno espera de él (prestigio, reputación, salario...). Y por último, no debemos olvidar tampoco las condiciones laborales. Al final, en función de las diferentes configuraciones que podamos darle a esos elementos hacemos y dotamos a nuestra actividad laboral de un significado. Dependiendo del significado que cada uno le demos al trabajo, hay quien es infeliz y otras personas son felices porque disponen de tiempo para otras actividades. No hay una receta que opere para todas las personas trabajadoras.


 

-Ante la situación que se ha dado en los últimos años, con unas generaciones muy preparadas pero con un mercado laboral incapaz de absorber mano de obra cualificada, ¿cree que en el futuro habrá que repensar la idea de trabajo incluso dando paso a una mayor creatividad?

La idea de trabajo ha mutado a lo largo del tiempo. En la Antigüedad el trabajo era degradante, propio de esclavos. Más adelante imperaba la ética protestante del trabajo, esa obligación de contribuir a la creación: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Al cabo de un tiempo, las nuevas generaciones han incorporando distintos significados porque encuentran distintos valores. Siempre se ha dicho que los babyboomers preferían contactos más inmediatos, personales, cara a cara, preferían una interacción “más humana”. En cambio, los milenials le dan más valor a la sostenibilidad, a la ética, buscan otro tipo de experiencias en el mercado laboral y piden más flexibilidad. La generación Z busca más la inmediatez, por ejemplo. Por eso, la generación que ha nacido entre finales del siglo XX e inicios del XXI se van a encontrar con una inadecuación entre las expectativas que se les han creado en cuanto al trabajo y lo que se les ofrece, por ejemplo, la incertidumbre económica que los acompañará toda la vida.
 

-¿De qué forma se podría buscar satisfacción a la hora de trabajar, de sacarle un punto positivo a nuestra tarea laboral?

Hoy existe una enorme fragmentación en el trabajo, hay trabajos con alto componente cognitivo y que al mismo tiempo se han fragmentado de tal forma que solo se puede atender a una pequeña porción del trabajo. Eso contribuye a la pérdida de propósito, a la pérdida del valor que tiene una tarea en el conjunto general. Una anécdota sobre esto es aquella que narra cómo el presidente Kennedy atraviesa un pasillo de la NASA acompañado por un conserje. Cuando Kennedy le pregunta al conserje cuál es su trabajo, él responde: “estoy contribuyendo a que el ser humano llega a la Luna”. Eso es darle significado al trabajo, es decir, alinear los objetivos individuales con los de la organización. Hoy en día hay muchas organizaciones que no consiguen esta alineación, algo que influye en la fidelización del trabajador o que incluso haya pocas candidaturas a entrar en esa organización.

Carlos Montes 

-¿Existen diferentes visiones sobre el trabajo, cómo afrontarlo, según el lugar geográfico?

No, aunque existen factores que van ligados al acerbo cultural que van a marcar nuestra percepción de lo que sucede en el entorno. Hoy en día, en un mundo muy globalizado, es difícil encontrarle una respuesta a ese tipo de cuestiones. Hace años se observó que hay culturas más individualistas y otras más colectivistas. En Oriente puede haber más compromiso en lo que es el desarrollo de lo que es la cultura oriental y otras sociedades priman más el éxito individual que los éxitos del conjunto. Lo vemos en el audiovisual norteamericano: uno de los peores insultos para una persona joven es que otra persona coloque la mano sobre la frente usando los dedos para formar una L de “looser”, “perdedor”. Se trata de una persona sin provecho particular. Aquí no tenemos una analogía igual aunque se puede manifestar de forma diferente. La globalización también hace que este tipo de símbolos se vayan expandiendo y se usen de la misma forma, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, con independencia del lugar.

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