Arde Bogotá | Foto: Galiciapress

 

Nos resistimos a guardar el pantalón corto y rescatar el gabán del armario. Nadie quiere despedir el verano porque decirle adiós significa entrar en una rutina de la que solo los primeros rayos de sol del siguiente estío nos sacarán de ese letargo invernal. Sin embargo, hay dos cosas que nos dicen que ya no queda nada que rascar: uno, el color de las hojas de los árboles; y dos, y más importante, el Caudal Festla última gran fiesta del verano que llegó a Lugo, puntual como cada año, para despedir por todo lo alto a la temporada festivalera, poniendo el broche de oro a una nueva vuelta al sol.

 

EL TERCER FESTIVAL MÁS GRANDE DE GALICIA

La jornada inaugural del viernes tuvo momentos épicos como la actuación de Viva Suecia o la presencia de un grupo legendario del pop nacional como Amaral. No obstante, este sábado el Caudal Fest se guardaba los platos fuertes, con un día que podríamos denominar como “temático”, ya que lo mejor del indie nacional se dio cita en los jardines del Pazo de Feiras e Congresos de la ciudad amurallada. 


El Caudal es sinónimo de descubrimientos, con apuestas por promesas como Querido -¿A alguien más le sonaba la voz del imberbe cantante de apellido Ferreiro?- o Dani Dicostas, además del compromiso de impulsar la música del país subiendo al escenario a bandas locales como Beach Avenue, encargados de cortar la cinta inaugural de este segundo día, o Monoulious DOP, unos clásicos ya del circuito festivalero.
 

Con las actuaciones de Nil MolinerTu Otra Bonita -quienes, por cierto, nos hicieron a todos un poquito de Unionistas- se empezó a abarrotar el recinto del Caudal Fest, al que, por suerte, respetó la lluvia. Y es en este punto donde, quizá, se le empezaron a ver las costuras a un festival que presume ser el tercero más grande de toda Galicia. 

 

Tu otra bonita | Foto: Galiciapress

 

Ojo, solo por delante del lucense están dos titanes como O Son do Camiño y el Resu, palabras mayores. Por eso, los jardines del Pazo de Feiras e Congresos parecen quedarse un poco escuetos para acoger a 40.000 almas. Dos escenarios, uno en cada punta, un flujo constante de gente y la sensación de que no hay un solo hueco libre. El Caudal ha crecido mucho y lo celebramos, pero el temor ahora es que pueda morir de éxito. Está a tiempo de reformularse y ser, si cabe, mucho mejor. 

 

UNA DESPEDIDA POR TODO LO ALTO

La primera gran actuación de la noche llegó de la mano de Ginebras, con la gallega Magüi Berto como vocalista, haciendo de intérprete para el resto de la formación cuando, de manera espontánea, todo el Caudal comenzó a cantar la Rianxeira en una estampa sorprendente, especialmente para las artistas, que no esperaban algo así ni en un sueño con Billie Max como protagonista.
 

En el caso de Siloé, los vallisoletanos tenían a Jaco Betanzos, un batería criado en Caldas de Rei que les hizo jugar como locales. De igual manera, la simpatía que irradian encima del escenario colocaron a los pucelanos como una de las actuaciones favoritas de un público que anotó las próximas fechas de la banda en la comunidad, que dejó muy pequeño el escenario pequeño. Habría que ascenderlos a otra liga para la próxima edición. 

 

Siloé | Foto: Galiciapress

 

La imagen de Fito Robles abriéndose paso entre el gentío tras arrancar con ‘La Verdad’ fue la antesala de lo que vivió una gran mayoría que tuvo que peregrinar de un lado aotro porque no se quería perder ni un minuto de Mikel Izal, que actuaba en el escenario principal para transitar entre el miedo y el paraíso. Mikel regresaba a Lugo, ciudad que lo vio despedirse cuando Izal se disolvió allá por 2022. Dos años después y con un disco en solitario, el ahora solista se quejó de que su maltrecha rodilla, esa que puso sus actuaciones en jaque este verano, le impedía bailar, pero el público no se privó de hacer lo propio con cada tema de su nuevo álbum, pero mucho menos con los clásicos de una de las bandas legendarias del indie nacional. De hecho, ‘Copacabana’, ‘El Baile’ o ‘La mujer de verde’ fueron los temas que la platea coreó a pleno pulmón.

 

Mikel Izal | Foto: Galiciapress

 

Seguramente el trabajo más difícil de la noche lo tuvo Ladilla Rusa, un dúo que nunca decepciona con su desparpajo y gracia natural, pero que tenía la tarea de hacer de puente entre Mikel Izal y Arde Bogotá, resolviendo la papeleta con todo el ritmo y salero que llevan en el cuerpo. 
 

Y es que “telonear” -palabra que utilizo con toda la libertad del mundo- a Arde Bogotá es hoy labor imposible. El fenómeno de los de Cartagena es tan imposible de explicar como de replicar. No hay hoy una sola banda en todo el panorama nacional que logre la comunión que Antonio y compañía consiguen cada vez que se suben a un escenario. Es cierto que hay que poner todo en su justa medida: ya no son los tiempos de los casetes y los walkman, sino el de Spotify y los ídolos efímeros. Pues Arde Bogotá parece está en una división muy por encima del resto, con una energía incomparable y con una legión de seguidores que no para de crecer. Sirva como ejemplo el sector que desplegó decenas de carteles en los que se podían leer las siguientes coordenadas: 571-/9A. 
 

‘Sivergüenza’, ‘Besos y Animales’, ‘Los Perros’, ‘Virtud y Castigo’, ‘Clávame tus palabras’... No faltó ni uno de los temas innegociables en cerca de hora y media de concierto que al respetable le supo a muy poco, pero ocurre siempre con los grandes grupos que nunca es suficiente. Con sus dosis de poesía y reflexión, aunque dejando a todos con las ganas de escuchar en directo ‘La Torre Picasso’, su último tema y última gran revolución, Arde Bogotá despidió el verano por todo lo alto, celebrando que un lugar como el Caudal eligiese por eslogan ser “a última gran festa do verán”. 

 

Ya en el tiempo añadido de la estación con las noches más cortas -aunque ”xa se notan os días”, que diría mi abuela-, Parkineos hizo mover los pies por última vez a los irreductibles, a aquellos que todavía se negaban a aceptar que, por bien o por mal, el otoño nos ha atrapado a todos. Pero no desesperen: el Caudal Fest volverá el año que viene. Apunten los días 19 y 20 de 2025 en su agenda. Entonces tocará volver a Lugo. Tocará vivir una fiesta. Tocará despedir el verano. Porque la depresión postvacacional, a orillas del Miño, se lleva un poco mejor. 


 

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