Decía Castelao que “el pueblo solo es soberano el día de las elecciones”. No se equivocaba uno de los intelectuales y políticos gallego más importantes, quien por desgracia murió en el exilio, como tantos otros que defendieron las libertades en este país.
Aunque en ocasiones pensemos que las cosas no llegan, sí lo hacen. El mundo no se para: la noche da paso al día y el reloj sigue marcando los minutos y las horas. Es así cuando nos damos cuenta de que el calendario continúa mostrando las fechas. En este punto llega el 12 de mayo, fecha clave para Cataluña, donde 5.754.840 personas están llamadas a votar en las elecciones al Parlament de Cataluña, unas 130.878 personas más que en las del 2021. No son unas más, sino que puede producirse un cambio de rumbo o una situación compleja si no hay manera de llegar acuerdos entra las formaciones que concurren. Cataluña, como el resto de España, no tienen tradición de pactos de ideologías diferentes, no está “bien visto” por parte de los políticos, falta tradición democrática que es consustancial en los genes, sin tener en cuenta el bien común de la ciudadanía a la que dicen representar.
En los últimos días de campaña se está desatando el nerviosismo entre los candidatos, ante la posibilidad de que las encuestas no se vean reflejadas por los resultados reales que dan las urnas. Tanto es así, que los discursos se vuelven más agresivos: necesitan convencer a los indecisos, a los que están desencantados de los partidos que votan siempre, pero que ahora, decepcionados, han decidido votar a otro o sencillamente quedarse en casa y no votar en señal de protesta (que respetando su elección es un gesto de denunciar la situación, pero no comparto).
Esta que escribe siempre ha sido favorable y continua en la misma posición de que tenemos la obligación de acudir a depositar nuestro voto, sea el que sea. Dos razones corroboran lo que pienso: que votar es un derecho, pero también una obligación como ciudadano el hecho de expresar nuestra propuesta de quiénes deben gobernar nuestro país. También porque son muchas las personas que han muerto para defender este derecho. No se nos debe olvidar algo que han hecho otras generaciones. “Votar es un derecho y una obligación”. Decía mi admirada Mafalda que “en la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias”. Es lo que puede suceder con el voto que cada una de las personas deposita en las urnas. Hay que votar, no solo con las vísceras, o el sentimiento, sino con la cabeza, pensando en aquel partido que lo puede hacer mejor, que cumpla con lo dicho en campaña, y que tiene las ideas más claras, lo mismo que las prioridades. No hay que olvidar que unos de los errores que se comete es juzgar a los políticos y sus programas por sus intenciones, en vez de por sus resultados.
La campaña electoral, con una duración de 15 días, es el tiempo que tienen todas las candidaturas que concurren a unas elecciones . Durante este periodo los candidatos exponen sus programas para convencer a la ciudadanía que deben votarlos a ellos. Los mítines, los encuentros y las entrevistas forman parte de la vida diaria de los candidatos: un récord de actividades que pone patas arriba la vida de las ciudades y pueblos. Los ciudadanos se convierten por una vez en el centro de las miras y la atención de los partidos. No obstante, ese interés pasa a un segundo o tercer plano cuando las votaciones han concluido. Decía Castelao que “el pueblo solo es soberano el día de las elecciones”. No se equivocaba uno de los intelectuales y políticos gallego más importantes, quien por desgracia murió en el exilio, como tantos otros que defendieron las libertades en este país.
Así que hay que ir a votar, cuantas más personas mejor, votar con la cabeza fría y el sentimiento de haber podido hacerlo. Recordad ese derecho, también obligación, como ciudadano/na.