“Si meto a Vox en el gobierno será por culpa del PSOE” (A. Núñez Feijóo)


 

A estas alturas (Castilla León, Valencia, Extremadura, Aragón, Baleares, Valladolid, Toledo, Burgos..) ya no deberían quedar dudas de que en España las derechas extremas (PP/VOX) cabalgan juntas en el objetivo común de copar el mayor poder político (local, autonómico, estatal) que esté a su alcance. Un cabalgar juntos marcado tanto por la necesidad política como por la profunda afinidad ideológica. Un cabalgar juntos que supone dibujar un escenario político no muy distinto al de muchos de los estados europeos de nuestro entorno, en los que las derechas extremas van ganando fuerza y poder político (Alemania, Austria, Finlandia, Francia, Hungría, Italia, Letonia, Polonia, Suecia…).

 

La explicación política más evidente a este cabalgar juntos de las derechas extremas está en la referida afinidad ideológica que tiene no pocos fundamentos. En primer lugar, ambos partidos (PP y VOX) son herederos, por vía directa e indirecta, del franquismo algo que se pone en evidencia en la común defensa de muchos de sus idearios (fomento del catolicismo y el centralismo, defensa de la familia tradicional, querencia por los toros y las romerías, utilización de himnos y banderas franquistas, satanización de los sindicatos y los movimientos sociales...). En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, está su común negativa a hacer justicia (oposición a ley de la memoria histórica) con las víctimas de una de las dictaduras más crueles y sanguinarias del siglo XX.

 

Pero las coincidencias entre PP y VOX son muchas más como, por caso, en relación a la violencia de género (llegando a negar su existencia a pesar del número de víctimas: 32.664 mujeres en el año 2022) y el aborto (oponiéndose a su legalización): posiciones en lo que ponen de manifiesto su cultura sobre la mujer y la igualdad. Coincidencias también en su manía en limitar la libertad de expresión e información bien mediante un control partidario de los medios públicos bien subvencionando a los medios privados. Unos medios que, paralelamente, le sirven para difundir, como estamos viendo con las televisiones privadas (y algunas públicas como la TVG), una cultura que además de machista es profundamente reaccionaria y vulgar. Una información que pone en el foco de sus ataques tanto a los movimientos sociales como a las fuerzas de izquierdas y que tiene la mentira como guión argumental. Una información y una cultura que también culpan la inmigración (“le quitan empleos a los nacionales y hacen deficitaria la seguridad social”) de algunos problemas sistémicos del mercado laboral y fomentan el acoso a colectivos ya marginados (LGTBI).

 

Aunque seguramente donde hay más coincidencias es en la política económica por su común defensa de los intereses de las clases de rentas más altas. Una política económica orientada a minimizar la presencia de lo público, privatizar las funciones públicas de bienestar con atención especial a las pensiones y a favorecer las rentas del capital a costa de las rentas de trabajo. Una política económica que, además de facilitar la corrupción y el fraude fiscal, niega el cambio climático.

 

Por todas estas razones no resultan creíbles las maniobras del Partido Popular y sus altavoces mediáticos subvencionados intentando convencernos de que ellos (PP) y VOX no son lo mismo cuando, como podemos ver en el día a día, cabalgan juntos.

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