Desde el pasado 20D, las cosas han cambiado en el panorama político español. El bipartidismo del PP y PSOE ha llegado a su fin. Las viejas estrategias no convencen a la ciudadanía, aunque bien es cierto que no podemos decir que los dos grandes partidos, uno de derechas y otro de izquierdas, vayan a ser eliminados del mapa español, ni mucho menos, pero ya nada será lo que era y los tiempos de gloria han quedado en el álbum de fotos. 


La entrada de nuevas fuerzas políticas cuyos miembros no han estado implicados en ningún caso de corrupción y sus propuestas y estrategias hacen que la ilusión perdida vuelva de nuevo a los sufridos votantes que se han cansado de dar su apoyo a aquellos que no cumplen sus promesas. 


En estos meses sin gobierno por la incapacidad de todos los partidos políticos de llegar a un acuerdo por el bien del país, o lo que es lo mismo, del bien de los ciudadanos, ha dejado de manifiesto que los intereses particulares o de partido están por encima del de la ciudadanía. Este hecho es grave y demuestra inmadurez, egoísmo, intransigencia y poca o nula visión global, que algunos pagarán caro en las próximas elecciones que, si el sentido común -creo sinceramente que no lo hay- no lo remedía se celebrarán en junio. Ya lo vengo pronosticando desde dos días después del 20D.


En la Europa moderna y democrática, en la que está este país llamado España, los partidos políticos llegan a pactos porque las mayorías absolutas han pasado a mejor vida. Ejemplos tenemos muchos ya que aplican aquello que decía Séneca: “El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder es el de ser capaces de soportar el odio”. 


En Alemania, desde finales de la II Guerra Mundial, los pactos entre partidos han sido la constante del país. Partidos de ideología contrapuesta han sido capaces de gobernar juntos sin que nadie se tire de los pelos. Lo mismo sucede en el país vecino, Francia, que desde la muerte del bipartidismo, las coaliciones han estado presentes en los diversos gobiernos, tanto de derechas como de izquierdas.


“Quien tienen la voluntad de hacer algo, tiene la fuerza para conseguirlo”, decía no sé quién. Cuando se quiere, se puede. Uno de los ejemplos más recientes es el protagonizado por Grecia: en menos de un año se vivieron dos elecciones, un referéndum, un corralito y las durísimas negociaciones con los acreedores de las instituciones europeas que apretaron las tuercas al máximo, y, aun así, los partidos políticos fueron capaces de conseguir un acuerdo de gobierno entre los derechistas ultraconservadores, griegos independientes de ANEL y el partido izquierdista de Alexis Tsipras. Ahí están y de momento se mantienen…



En España, el sur de Europa, las cosas van por otros caminos y una vez más, se tiene que dar la triste nota de que “España es diferente”. 

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