El sector pesquero gallego se levanta hoy en pié de guerra tras la noticia de que Bruselas asesta otro golpe los barcos gallegos. La UE propone obligar a los Estados a declarar al menos el 20% de su aguas como zonas vedadas al arrastre. Armadores, Xunta, alcaldes de todos los colores y tertulianos de todas las ideologías coinciden en cargar contra un Comisario de Pesca, al que acusan de ser un ignorante en temas pesqueros.
Hay quien dice que no puede ser que un lituano haga propuestas de tal calado para la flota galega. ¿Cómo puede depender nuestros marineros de un político procedente de un país con solo 90 kilómetros de costa, de los cuales solo 40 están abiertos al poco productivo Mar Báltico, el resto son bancos de arena?, apuntan.
Menoscabar la legitimidad del comisario de Medio Ambiente, Océanos y Pesca por su condición de báltico es absurdo. Su elección es producto de un sistema democrático que, con sus muchas taras, ha contribuido a que Europa Occidental disfrute de una época de colaboración inédita en su cruenta historia. Si nosotros no aceptamos a Virginijus Sinkevicius, un letón debería rechazar que un catalán, como Josep Borrel, sea el responsable de la política exterior de la Unión Europa por provenir de España, a miles de kilómetros de la amenaza rusa. Así sería imposible mantener viva el proyecto europeo.
Con todo, la clave no es dónde naciera el autor de la propuesta sino en qué consiste realmente y, lo que es más importante, ¿qué dice la ciencia sobre el impacto de la pesca de arrastre? Desgraciadamente, para el futuro a corto plazo de la economía Galicia, la evidencia científica indica que el arrastre no es sostenible.
Por ejemplo, un artículo sobre el impacto del arrastre en el Gran Sol publicado por el ICES Journal of Marine Science de de Oxford, examinó el impacto de la pesca de arrastre en el Gran Sol y encontró que esta técnica de pesca causa una disminución en la diversidad de especies bentónicas y una reducción en la biomasa de los organismos bentónicos, como los moluscos y los crustáceos.
Otro estudio más reciente publicado en la misma prestigiosa revista concluyó que la pesca de arrastre en los caladeros puede tener un impacto negativo en la supervivencia y la fecundidad de algunas especies de peces, como la merluza europea y el rape.
Una investigación de "Marine Ecology Progress Series" concluye que la pesca de arrastre puede tener un impacto negativo en la biodiversidad y la estructura de las comunidades bentónicas en los caladeros del Gran Sol. Los investigadores encontraron que la pesca de arrastre reduce la abundancia y diversidad de especies bentónicas, especialmente en áreas donde se practica la pesca intensiva.
El impacto del arrastre no perjudica unicamente a las especies objetivos. Así, una investigación publicada en "Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America" (PNAS) señala que la pesca de arrastre puede causar una pérdida significativa de la biodiversidad en los fondos marinos. El estudio encontró que los impactos de la pesca de arrastre se extienden más allá de las especies objetivo y afectan a una amplia gama de organismos marinos, incluidos invertebrados, algas y peces. Además, la pesca de arrastre puede causar la degradación del hábitat, como la eliminación de corales y otros hábitats esenciales para la supervivencia de las especies marinas.
En conclusión, los estudios científicos sugieren que la pesca de arrastre en los caladeros del Gran Sol puede tener un impacto significativo en los ecosistemas marinos y los fondos marinos, incluida la disminución de la diversidad y la biomasa de las especies bentónicas, la alteración de la estructura de las comunidades bentónicas y la disminución de la supervivencia y fecundidad de algunas especies de peces.
Ahora bien, los argumentos de que Europa necesita garantizar su seguridad alimentaria y que no puede ser que desguacemos nuestros pesqueros para comprar pescado procedente de mercados donde no hay control de las pesquerías también son válidos.
Lo inteligente es encontrar el equilibrio entre la imprescindible conservación del medio y la necesaria preservación del modo de vida de comunidades costeras como la gallega, altamente dependientes de la pesca. Lo que no es lógico, y sería contraproducente a medio plazo, es ignorar la evidencia científica y, mucho menos, cuestionar la validez de argumento en función de la nacionalidad de quien lo propone.