Como resumen de lo sucedido en esta última semana, que enlaza perfectamente con lo subrayado en el artículo anterior, podemos decir que "Vox entra en campaña y descoloca al Partido Popular (PP)". Porque si este partido tenía decidido entrar sin sobresaltos en la vía de la derecha extrema, pudo comprobar que esa travesía no le será sencilla -algo que le está pasando a muchos partidos conservadores en Europa- ni, por tanto, le será tan fácil llegar a Moncloa como vaticinan las encuestas "ad hoc".
La inicial decisión tomada por VOX de presentar una enmienda al Anteproyecto de ley de reforma de la Ley orgánica 2/2010 sobre la interrupción voluntaria del embarazo, consistente en obligar a los médicos y médicas a escuchar el latido fetal a las mujeres que quieran abortar, colocó al Partido Popular (PP) en una situación políticamente muy incómoda. No por que discrepe en la oposición a ley del aborto, he ahí su iniciativa delante del Tribunal Constitucional -recurriendo la Ley del aborto del gobierno de Zapatero- sus medidas antiabortistas en Galicia -se recuerde, por caso, la ILP antiabortista conocida como REDMADRE (2007), la posterior Ley de apoyo a REDMADRE (2010) y el Plan de apoyo a la mujer embarazada- o las declaraciones del presidente de la Xunta de Galicia, señor Rueda, asumiendo como propias esas propuestas de VOX, sino por las formas y los tiempos. Por las formas porque no quiere que sea VOX quien lleve la iniciativa política antiabortista. Por los tiempos porque piensa que si el Gobierno de Castilla y León asume finalmente la iniciativa de VOX le daría al Gobierno español de turno (PSOE/UP) la baza de presentar delante del TC un recurso que tiene todas las de ganar, lo que sería visto como una derrota política del Partido Popular (PP). Una derrota con más que posibles costes electorales a los que seguramente habría que sumar los derivados de la evidencia de que España es uno de los estados de la Unión Europea donde el apoyo ciudadano a la interrupción voluntaria del embarazo es más mayoritario: un porcentaje 20 puntos superior a la media europea.
Como dijimos en el artículo citado anteriormente, entramos en un año en el que veremos una campaña electoral muy larga, puede que dure todo el año, y probablemente también muy dura. Una campaña que al Partido Popular (PP) y, por tanto, a su presidente, el señor Núñez Feijóo, se le puede hacer eterna por dos razones, entre otras varias. La primera porque VOX va a luchar con dureza, saltándose las normas democráticas si lo ve necesario, no solo por conservar el espacio de extrema derecha en el escenario partidario, sino también por aumentarlo, lo que implicará confrontar con el Partido Popular (PP). La segunda, porque puede suceder que la fórmula gubernamental que le permitiría acceder a la presidencia del Gobierno de España -una coalición PP/Vox- estalle en su primera experiencia como es el caso de Castilla y León. Una explosión que, además de salpicar a los gobiernos autonómicos de Madrid y Andalucía, también en manos del Partido Popular, dañaría su imagen en vísperas electorales.
Por todas estas razones, la estrategia de este partido (PP) queriendo ocupar el espacio de la derecha extrema, para así conseguir la "mayoría natural" de la que hablaba el señor Fraga, está ante la posibilidad cierta de cosechar el primer fracaso en este año electoral. Porque, aunque no estalle, el daño a la imagen del gobierno autonómico, y por tanto de la coalición partidaria, ya está hecho.