Una derrota militar de Rusia haría crecer en este país los sentimientos de orgullo y resentimiento, lo que sería muy peligroso: los europeos no debemos olvidar lo que pasó en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, sobre todo cuando, como en este caso, se trata de una potencia nuclear. 

 

 

Después de casi 10 meses de guerra en Ucrania, ya se puede decir que el conflicto ha dejado a la izquierda europea en una gran confusión: ¿qué posición, qué postura adoptar?. La respuesta, reflejada en las diferentes posiciones, es bastante desmoralizadora. Una respuesta que no parece en ninguno de los casos prestar la debida atención al indiscutible riesgo de guerra nuclear que conlleva esta invasión.


Por un lado están los que ven la guerra de Ucrania con los viejos lentes de la desaparecida izquierda comunista, de esa que miraba a Rusia como la “madre Rusia” que nos protegía del imperio americano. Una minoría de izquierda, todo hay que decirlo, que desde el principio parece ignorar la evidencia de que la invasión es un crimen de guerra que viola el derecho internacional y que está causando un dolor y un sufrimiento inmensos a millones de familias ucranianas que son inocentes

 

Que la invasión es un acto de guerra y no de paz que responde a un objetivo imperialista -la anexión de Ucrania a Rusia- lo que recuerda lo ocurrido en Polonia (1956), Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) cuando las tropas del Pacto de Varsovia puso fin a las aspiraciones democráticas de estos países al forzar, por la vía militar, su pertenencia al Imperio Soviético. Un objetivo que, de nuevo, responde a un nacionalismo panruso reaccionario y criminal que ninguna izquierda debería apoyar. Un nacionalismo que, no por casualidad, encuentra amigos entre la extrema derecha europea.


La posición mayoritaria -OTAN, Estados Unidos, Unión Europea- ha optado por situar la guerra en un conflicto provocado unilateralmente por un dictador, el sátrapa del Kremlin, al que comparan con anteriores dictadores con los que se ha enfrentado Occidente -Milosevic, Hussein, Gadafi -o si sigue enfrentándose -Ashad-. Que incluso compara a Vladimir Putin con Hitler, Mussolini, Pol Pot... y que, en consecuencia, defiende que la única solución que cabe es la derrota total del enemigo. Una derrota que dicen es necesaria para preservar la democracia y la libertad. Una posición que, por cierto, no hace referencia alguna a los últimos y provocadores planes expansionistas de la OTAN en Europa del Este, rompiendo promesas anteriores hechas a los líderes rusos, y su posible influencia en la invasión para centrarse exclusivamente en la visión del "enemigo" como un fuerza del mal. Una posición que olvida voluntariamente lo que en su momento sucedió con la llamada crisis de los misiles cubanos (1962) cuando, como ocurre ahora, la humanidad estaba a punto de entrar en la Tercera Guerra Mundial. Una posición que, política y militarmente, busca que Estados Unidos recupere la hegemonía en el mundo, algo que estaba perdiendo.


Como se puede ver fácilmente, volvemos a la lógica de la "guerra fría". Una lógica, facilitada por la acción criminal rusa, que crea un escenario bélico, profusamente alimentado por la mayoría de los medios y la opinión europeos, en el que es sumamente difícil encontrar una apertura para hacer oír la petición de una lógica diferente. De una lógica que rechaza el militarismo y favorece la paz, lo que implica priorizar la diplomacia sobre la guerra. Una lógica que la izquierda europea, todas, debería apoyar porque la otra lógica, la que defiende una solución militar, no tendrá un resultado feliz sea cual sea el final de esta guerra.


Pensemos un poco: ¿adónde nos llevaría una derrota militar de Rusia?, ¿adónde su victoria?. Pensémolo como europeos. Una derrota militar de Rusia haría crecer en este país los sentimientos de orgullo y resentimiento, lo que sería muy peligroso: los europeos no debemos olvidar lo que pasó en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, sobre todo cuando, como en este caso, se trata de una potencia nuclear. Una victoria fortalecería tanto el sentimiento panrruso, autoritario y reaccionario, como el temor en los estados vecinos de que Rusia quiera continuar con su política imperialista de expansión fronteriza. En cualquier caso, el futuro de Europa parece muy oscuro y marcado por la escalada nuclear.


Por otro lado, y como estamos viendo la prolongación de esta guerra, ya se ha conseguido aumentar el gasto público en armamento en toda la Unión Europea en detrimento de otros más necesarios -empleo, funciones asistenciales, crisis climática...- . También hay que añadir la evidencia del sometimiento creciente de Europa a la estrategia de la OTAN, que es la misma que la de Estados Unidos. Una situación que hace cada día más remota la posibilidad de una Europa autónoma, con su propia política exterior y de defensa. Los izquierdistas que apoyan la guerra deberían pensar en los costos presentes y futuros de estas exenciones.


En este marco, el conjunto de la izquierda, tanto los que apoyan la estrategia otanista como los prorrusos y los indecisos, también deberían plantearse si no es posible y deseable un camino distinto al trazado. Sí, no es posible defender la independencia de Ucrania, a la que tiene todo el derecho, sin que ello implique la derrota de Rusia y también el sometimiento de Europa a Estados Unidos. Un camino que requiere el uso de la diplomacia y el no alineamiento con ninguna de las dos potencias (Estados Unidos, Rusia): ¿ya hemos olvidado lo que eso supuso para Europa? 

 

Estos izquierdistas deben pensar que la diplomacia también es el mejor camino para Ucrania, que está poniendo los muertos.

El Alto Representante de la UE Josep Borrell David Zorrakino   Europa Press
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