La falta de suministros en el sector de la automoción ha provocado dificultades a varias marcas, entre ellas Stellantis, que ha tenido que parar su producción en Vigo varias veces.
Desde el inicio de la producción tras las vacaciones la situación no ha mejorado en la planta olívica. El cierre de miles de empresas en China esconde la verdadera dimensión de esta crisis.
La Comisión Europea, en el ojo del huracán por la decisión adoptada sobre la pesca de fondo, aprobó hace unos días una ley que pretende explotar los recursos minerales del continente. Galicia puede tener un papel clave en este sentido.
Los recursos de nuestro planeta son finitos, y nos estamos empezando a dar cuenta de los frágiles que son y lo dependientes que somos de los mismos. Miles de puestos de empleo dependen de los componentes con los que se fabrican los microchips, esenciales en decenas de sectores productivos, entre ellos la automoción, que lleva casi dos años con una actividad que funciona a trompicones, lastrada por los parones. La planta de Stellantis en Vigo es una buena muestra de ello, pero solo la punta del iceberg que de verdad esconde esta crisis, que afecta a muchas más factorías en España, como la SEAT en sus plantas de producción de Martorell y Barcelona, y cuyas dimensiones van más allá de nuestras fronteras.
De hecho, el epicentro del problema está radicado en China, país del que proceden la mayoría de los componentes que precisa Stellantis. El país más poblado del mundo tampoco vive un momento pujante en el apartado económico. Siguen arrastrando las consecuencias de la Covid-19 y de su política ultrarrestrictiva para frenar la pandemia, lo que afecta a su actividad cada vez que se detecta un brote y confina a millones de habitantes.
Las previsiones económicas en el gigante asiático tampoco son buenas, en parte por la incertidumbre internacional provocada por la guerra de Ucrania, el encarecimiento de los combustibles y la postura adoptada por la OTAN sobre China, a la que mira con recelo por sus alianzas y por su política económica.
MÁS DE 3.000 EMPRESAS CERRADAS
En este caldo de cultivo, según medios especializados, solo en lo que va de año han cerrado más de 3.000 empresas vinculadas con el mundo de los microchips en China. Supera así las cifras negativas que dejó 2021. El cierre de los negocios es una consecuencia de las medidas de confinamiento estricto del país, pero también de la falta de materiales o del encarecimiento de los mismos.
Este cese de varias actividades se ha hecho palpable incluso en la atmósfera, ya que las emisiones de CO2 de China se desplomaron en los últimos meses. La crisis del ladrillo que experimenta el país también es en parte responsable de la inestabilidad.
El alcance del golpe al sector tecnológico chino es todavía incierto y el gobierno de Xi Jinping trata de amortiguar su efecto con una inversión pública superior a los 150.000 millones de euros para reactivar su economía, aunque la inversión en los últimos meses en las empresas tecnológicas ha disminuido radicalmente.
EUROPA BUSCA SU "INDEPENDENCIA"
Por todo esto, los coches cada vez son más caros y cada vez tardan más en llegar al comprador. Cada vez se matriculan menos coches y aunque el stock no deja de crecer porque las ventas disminuyen la espera por un coche se ha multiplicado por seis desde el inicio de la crisis sanitaria. Las casas asiaticas son las que más venden en estos momentos porque son las que mejor están sosteniendo esta situación, pero también ellas se resienten. Otras marcas incluso cifran el tiempo de espera para un coche nuevo en un año.
En este escenario, se entiende cada vez mejor la preocupación de la Unión Europea por encontrar recursos en el continente que nos "independicen" de los países que monopolizan la extracción de algunos minerales. China controla la mayor parte del litio, fundamental para los semiconductores. Australia o Chile son otras grandes reservas de este mineral, pero en España y Portugal también se podría extraer. Castilla y León y la comunidad gallega son dos territorios en los que la extracción de litio se antoja como un recurso más que interesante para Bruselas.
En Galicia hay también materiales como el wolframio, muy explotado durante la primera mitad del S. XX, pero también el coltán de Viana do Bolo, con la única mina de este tipo en Europa, o los depósitos de tierras raras que podrían encontrarse en el Monte Galiñeiro.
La Ley Europea de Materias Primas Críticas aprobada hace unos días por la Comisión Europea busca dar impulso a estos y otros proyectos relacionados con el mundo de la minería y la explotación de recursos naturales.
Paradójicamente, la propia Comisión prohibió recientemente la explotación de zonas pesqueras por el daño ecológico que causa la pesca de arrastre en esos puntos, asestando un golpe muy duro para la economía gallega, con la pesca como uno de sus ejes centrales, y obviando así el efecto que la extracción puede tener sobre los entornos naturales.