Soplan vientos de fuerte tormenta en los aledaños de la Moncloa. La última encuesta de El País, bastante maquillada por cierto, anuncia que Ciudadanos ya ha superado al PP y que el PSOE, podría ganar por la mínima las elecciones de diciembre. Hay periodistas que ya anuncian una dimisión forzada de Rajoy para finales de este mes, o coincidiendo con las fiestas de difuntos de noviembre.
Madrid es un hervidero de rumores y, como siempre, sus medios de comunicación tratan de traspasarnos la incertidumbre al resto de los españoles. Un año más, la recepción de los Reyes a los políticos y a los “artistas” y gente de bien no nos tranquiliza nada a los que la vemos lejos de la capital del Estado. Seguramente el día que esa recepción se celebre en San Sebastián o Badajoz nos pillará más predispuestos a comprender que este país de tribus ha alcanzado su madurez y es capaz de convivir en paz y en una sensata armonía.
Los que ahora se postulan como salvadores de la patria y defensores de una derecha civilizada tipo Ciudadanos y un PSOE versión zapateril a las órdenes de Pedro Sánchez son los mismos que han permitido --o se han beneficiado-- del saqueo de cuarenta mil millones de euros durante los últimos 39 años constituyentes en las diferentes administraciones centrales, autonómicas o municipales. Ellos y solo ellos, atrincherados en una cómoda retaguardia, hablan y no paran, en las últimas semanas, de regeneración democrática, independentismo y hasta de una Europa que, enfangada hasta las cejas, pretende dar lecciones de solvencia económica cuando en realidad está arruinada y en claro declive.
Un día de estos nos despertarán los que realmente pasan hambre colándose por los numerosos agujeros que tenemos en el este y en el sur y entonces sabremos lo que realmente es estar en crisis. La historia de nuestro continente siempre ha sido así. Cada 500 años se cae un imperio, nos matamos los unos a los otros y la sociedad renace de sus cenizas creando una sociedad nueva que luego se autodestruye al cabo del tiempo.
Como comprenderán, que dimita Rajoy --algo que sinceramente no me creo-- o que Ciudadanos ocupe el lugar del PP apenas tiene importancia en un mundo en el que todo debe cambiar para que al cabo de treinta o cuarenta años vuelvan a mandar los mismos o los nietos de los que ahora están a punto de perder la sartén que tenían bien cogida por el mango. Si la revolución pendiente es eso, dejemos que las cosas sucedan y solo participemos en aquellos hechos que más nos apetezcan. A mí personalmente, en las últimas dos semanas, me regocija ver como los de la CUP acojonan a los convergentes y dejan sin ideología propia a Esquerra. Es como para mojar pan en la salsa de los caracoles y engordar tres kilos. Prueben la receta, les dejará tan anchos.