La resaca de las elecciones catalanas ya empieza a vislumbrarse en las formaciones que han tenido malos resultados, cosa que debería ser normal. En política, como en la vida de todo hijo/a de vecino sucede lo mismo: hay consecuencias, justa o injustas, dependiendo a quien le toque.
Tres partidos han salido mal parados en la contienda, con unos resultados que los han dejado helados: Ciudadanos, PP y el PdeCat. Los tres por diferentes razones. El partido naranja ha vivido en las nubes desde que Albert Rivera consiguiera 57 escaños en el congreso de los diputados. Esto supuso un subidón personal y político que le llevó a creerse que podía ser presidente del gobierno. Su ego se elevó tanto que se permitía el lujo de no atender a los empresarios que le habían ayudado, y mucho, en su carrera política. La ruptura con los empresarios fue total cuando Rivera desdeñó apoyar al PSOE para gobernar y dar estabilidad política, económica y social durante al menos una legislatura. Con el ‘no’ de los naranjitos y el de Podemos, la situación derivó en una nueva convocatoria electoral y lo que todos ya conoce: gobierno de coalición PSOE y Podemos con el apoyo de los independentistas, PNV, etc.
Las nuevas elecciones bajaron de golpe a Albert Rivera del cielo madrileño al asfalto de la Carrera de San Gerónimo para anunciarle que había perdido en un abrir y cerrar de ojo 47 diputados, lo que suponía que ahora solo contaba con 10. La chulería se le acabó de golpe: dimisión inmediata, abandono de la política, año sabático, publicación de un libro explicando su versión de los hechos y, como del aire no se vive, fichó por un conocido bufete de abogados para ejercer la profesión para la cual había estudiado; abogado en fase de reciclaje -estuvo unos cuantos años sin ejercer- y contactos con el PP por temas profesionales, no hay que ser malpensados. De esta manera terminó el sueño de un político ambicioso que en su primer cartel electoral apareció desnudo y despertó la curiosidad de una buena parte de la ciudadanía. Al menos había sido original y transgresor.
En las elecciones catalanas, con Inés Arrimadas, máxima responsable de Ciudadanos a nivel nacional, -volcada en estos comicios- con diferencias dentro de la formación en Catalunya -en otras comunidades también-, la marcha de la que había sido designada como cabeza de lista, Lorena Roldán -se fue al PP- y la elección a dedo de Carrizosa, el revuelo estaba servida. Se contuvieron los críticos para no fastidiar la campaña. Al final, Ciudadanos volvió a pegarse el batacazo; de 36 diputados y ser la fuerza más votada, se ha quedado en 6, perdiendo 30 escaños. Todo un mazazo que ha puesto en pie de guerra a los críticos que piden responsabilidades, cambios de estrategia y de personas. ¿Se producirán? Quién sabe, como se suele decir cuando no se tiene ni idea de lo que pueda ocurrir. No obstante, algún gesto se visualizará para tranquilizar a los rebeldes de turno que se han quedado, algunos y ellos, sin escaño y con las ganas intactas, más de uno, de comprobar como se vive de un escaño.
Lo que le ha sucedido a Ciudadanos no es una buena noticia. Un partido de centro siempre es bueno que exista. Viene a ser una balanza que unas veces se inclina a la izquierda, otras a la derecha, dependiendo de los objetivos a los que ha de servir y en ocasiones equilibra el peso.
Lo que le ha sucedido a Ciudadanos no es una buena noticia. Un partido de centro siempre es bueno que exista. Viene a ser una balanza que unas veces se inclina a la izquierda, otras a la derecha, dependiendo de los objetivos a los que ha de servir y en ocasiones equilibra el peso. ¿Será capaz de superar este bache, recomponerse, definir lo que quiere ser y cómo hacerlo? Sería bueno que se definieran, es bueno para ellos y también para la sociedad.
No sé quién dijo alguna vez que “los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo”.