La pandemia provoca el cambio de fecha de los comicios catalanes, como ya sucedió el año pasado con los vascos y los gallegos. Una cita clave en la que está en juego la exigua mayoría parlamentaria de los independentistas y, en consecuencia, también los complejos equilibrios de poder del gobierno bipartito de Moncloa.
La reunión de partidos que se ha celebrado este viernes en el Parlament para decidir si se posponían las elecciones previstas para el 14 de febrero ha terminado con el consenso absoluto de que deben aplazarse y con el acuerdo mayoritario de que deben celebrarse el 30 de mayo, según fuentes parlamentarias.
El vicepresidente en funciones, Pere Aragonès, ha lanzado la propuesta a la mesa de posponerlas a esa fecha, que ha sido bien acogida por JxCat, ERC, CUP Y PP.
Los comuns han cuestionado la propuesta inicial de Aragonès de celebrarlas en mayo y le han pedido una fecha concreta, y, cuando el vicepresidente en funciones les ha trasladado la del 30 de mayo, le han manifestado que preferían hacerlas el 16 del mismo mes.
Por su parte, los socialistas ya habían hecho su propuesta de celebrar los comicios 14 y 21 de marzo, y lejos de posicionarse sobre la propuesta de Aragonès han hecho hincapié en que estarán pendientes de los detalles técnicos del decreto de aplazamiento.
Por último, el PDeCAT, que había declinado valorar los posibles escenarios antes de reunirse la mesa, pero habían expresado que avalarían una propuesta que generara acuerdo entre JxCat y ERC, han explicado que hubieran preferido celebrar antes los comicios, el 30 de abril o a principios de mayo.