Dicen que la cabra siempre tira al monte, esta afirmación está avalada por los hechos transcurrido durante años. Los refranes populares afirman los entendidos tienen una base real y la gente los utiliza a diario. ¿Quién no ha utilizado alguno en su día a día?


El incombustible e irresponsable, Joan Maria Piqué, ahora jefe de prensa del conseller de Interior, la ha vuelto a liar con uno de sus gloriosos tweets en el que insinúa que quizás para conseguir la independencia de Catalunya se hace necesario un levantamiento armado. Lo dice un cargo de confianza de un departamento tan sensible como es el de interior, cuyo conseller "tiene" las llaves del armero donde se aguardan 17.000 pistolas y que no ha desautorizado públicamente -en privado no sabemos- el comentario temerario e irresponsable de su subordinado.


No es un tema menor, conseller. Lo que tiene que hacer, es que se vuelva con el expresidente Puigdemont a Bruselas, que campe a sus anchas, que siga allí con sus exabruptos y que cobre de quien sea menos de la administración que pagamos todos. “No hay cosa más difícil de soportar que la fe ciega del estúpido”, escribía Rabindranath Tagore y no se equivocaba.



No entiendo como Joan Maria Piqué, activista incendiario, puede trabajar en el gobierno de la Generalitat después de tantas meteduras de pata que ha tenido a lo largo de su trayectoria “profesional”, con afirmaciones que dejan en muy mal lugar a la institución que representa, que es todos, no la de unos cuantos. ¿Por qué se lo permiten? No lo entiendo yo ni tampoco muchas otras personas. Quizás la única explicación posible es que al partido que lo apoya le interesa tener agitadores que sigan moviendo la rama de la intolerancia, para proseguir ahondando en la división del país, como si no tuviéramos bastante con luchar con todas las armas a nuestro alcance contra el coronavirus que tantas muertes está produciendo.


En tiempos de pandemia, la única rebelión que toca primero es la salud de las personas, salvar vidas; la segunda, activar la economía para impedir el cierre de empresas y conservar los empleos de todos. Todo ello sin olvidar la precariedad en la que están viviendo muchas familias, no es el caso de Piqué, con el sueldo que gana. Por eso, sus prioridades no tienen nada que ver con la gente real, la que no vive de un cargo de confianza que utiliza no para hacer bien su trabajo, que debe ser objetivo, sino todo lo contrario. No es la primera vez que lo hace, ni será la última si lo siguen manteniendo.


En su etapa en el Palau, son conocidas sus diferencias con los periodistas -no todos- a los que intentaba dejar sin preguntar o les llamaba la atención por el tipo de preguntas que hacía si no eran de su agrado, además de llamarles la atención en público. Eso de la libertad de expresión no va con él, más bien es un censor de la misma. Pese a su juventud tiene unos tics impropios de un demócrata, pero le permiten hacer lo que quiera. ¿Quién lo protege y por qué? En el poco tiempo que lleva en su nuevo cargo ha sido capaz de poner en su contra al cuerpo de Mossos, que lo ven como una bomba de relojería en lugar de ser la discreción personificada.


Mientras hay conselleries cuyos jefes de prensa apenas son conocidos por su prudencia y buen hacer, Piqué es la excepción -si no fuera así, no estaría tranquilo-.“Cuando ciertos salvajes quieren coger el fruto, cortan el árbol por el pie y arrancan el fruto. He aquí la imagen del gobierno despótico”, decía Montesquieu.

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