Hace algún tiempo salió en un periódico un artículo de un amigo que escribía sobre la amistad. En él contaba que acababa de perder a un amigo suyo por un chismorreo. La amistad se había perdido entre ellos por envidia, y por eso se dedicó a difamarlo sin límites. Hay multitud de causas por las que unos y otros sienten envidia, y casi siempre es por una falta de entendimiento, al no poder conformarse con lo que cada uno tiene. A día de hoy muchos que no tienen nada que hacer envidian a los que invierten su tiempo positivamente, pero los resentidos no pueden dejar de actuar. Mientras unos crean “bulos” por internet, otros se recrean en chismes y cotilleos absurdos. Y todo eso es propio de algunos seres humanos.
Mientras escribo este artículo y escucho a Stravinski, recuerdo lo que le aconteció en el estreno de su ballet “Pájaro de Fuego”. Las protestas del público fueron tan bárbaras al escuchar la música de Stravinski, que tuvo que intervenir la policía. Las caderas volaban por el escenario. Aquello fue un tremendo fracaso. Pero no por eso la música era ruin. Generaciones posteriores juzgaron tan positivamente al mismo compositor, que a día de hoy podemos admirarlo, disfrutando de sus obras. Si alguien les contase la anécdota ahora, y no lo escuchase nunca, perdería una experiencia única.
Lo mismo acontece con el chismoso resentido. Si le hacemos caso, muchas veces perderemos de conocer a personas fabulosas que parecen distantes, pero que conservan tesoros de los que no dejamos de aprender. Y para eso es fundamental ocupar el tiempo de la mejor forma posible. Quizás ahora le damos algo más de valor a las artes y a la cultura que antes de estar confinados en nuestras moradas. Es posible que el afán por llenar de dinero y de cosas superfluas vaya en disminuyendo, ahora que todos somos cada vez más parecidos al no poder salir a la calle como hacíamos antes. Con todo, la reflexión en la mente de los necios “es como el perro que vuelve a su vómito o la cerda llevada a su cuadra a embadurnarse bien bien”, según dicen los proverbios, y mucho tienen que cambiar los resentidos para llegar a cambiar su arquetipo vital. Solo una transformación integral podría salvarlos del futuro fracaso existencial.
Pero eso será tema para otro debate, o como decimos los gallegos, “fariña doutro costal”. Por eso, creo que al final resultará de interés esperar y ver los que se sienten identificados con el resentido. A los demás solo les quedará seguir avanzando y, sin rubor, olvidar lo dicho.