Jordi Cuixart, ex President de Òmnium: "No hay ningún tipo de arrepentimiento. Todo lo que hice lo volvería a hacer. Acepto mis actos y también las consecuencias".
Hoy toca hablar de la última sesión del Juicio del Supremo, cuyo Tribunal ha presidido el Magistrado Manuel Marchena. Todos los diarios lo han hecho y nosotros no íbamos a ser los tontos de la clase. Mas no esperen mucho de nuestra línea editorial, que durante las largas jornadas del proceso ha mantenido un perfil bajo, muy alejado de la opinión partidista o militante, como si lo que se buscara es una salida de emergencia por la que podamos salir todos a respirar aire puro y recuperarnos de una etapa mal vivida, que a veces incluso nos ha parecido una pesadilla.
Les coloco en el comienzo de esta breve reflexión la frase del Señor Cuixart -con el que no comparto su visión de Catalunya- que en su alocución final no solo no se arrepiente de nada, sino que nos deja a todos a los pies de los caballos de un enfrentamiento entre catalanes, como si subirse encima de un coche de la Guardia Civil fuera una heroicidad que tuviera como recompensa final la libertad sin cargos o la inmortalidad histórica. A Don Jordi le reconozco su honradez personal, pero le recrimino al mismo tiempo su falta de empatía con el bien común y la paz social de todos sus conciudadanos y conciudadanas, que no se merecen tanta intransigencia ideológica ni que les inciten a repetir los hechos.
Si sus deseos se cumplen, lo que nos espera en los próximos años es un enfrentamiento civil de consecuencias nefastas que solo conduce a tragedias personales y familiares inaceptables.
Sobre la Sentencia espero que el Tribunal haga el mismo trabajo de exigencia que se ha autoimpuesto durante el Juicio, y que se olvide de los emoticonos de unos y de otros, aplicando la ley con flexibilidad, estirando al máximo la comprensión y el beneficio de la duda con todos los acusados. Sé también que el Magistrado Marchena es un jurista del TOP 10 y de él y de sus compañeros de Sala solo espero una sentencia justa y bien argumentada, lejos de los dos extremos que representan la Fiscalía y las defensas y, sobre todo, del Molt fanàtic President Torra.
No excluyo ni mucho menos la absolución, ni por supuesto tampoco una condena. Ambas cosas forman parte de lo que hemos visto y escuchado en estos meses en las distintas sesiones del Juicio. Como soy creyente, rezaré todo lo que pueda para que Dios ayude al Tribunal a encontrar la idea del relato real de lo que pasó esos aciagos días, para así poder decidir con sabiduría e imparcialidad, de tal manera que el Fallo, se lea donde se lea, se lo considere ajustado a Derecho.