Me lo dijo no hace mucho Verónica Boquete a la cara (aun no me creo que diga esto y que sea verdad que me lo dijo personalmente la mejor jugadora española de la historia), aunque yo era escéptico hasta este fin de semana: “Estamos en el camino correcto”. Me lo dijo charlando de fútbol femenino, que pronto habrá que empezar a llamar simplemente fútbol, porque este fin de semana ha tenido lugar un hito en la historia del balompié español que reduce bastante la distancia existente en la percepción que tenemos de ese deporte jugado por uno y otro sexo: el Barça es subcampeón de Europa.
Y era escéptico porque, hasta que no viese a Mariona, Duggan, Martens, Putellas, Losada, Torrejón, Paños y compañía vestidas de corto, desde hoy reinas sin corona, no me lo iba a creer. ¡El fútbol femenino español con un representante en la final de la Champions! Una competición dominada por alemanas y francesas, con permiso del Tyresö, único equipo que llegó a una final europea fuera de las fronteras germanas o galas…hasta que apareció el Barça, que se plantó en la final dejando en la estacada a Shymkent, Glasgow City, LSK Kvinner y Bayern de Munich. Un FC Barcelona al que institucionalmente hay que dar las gracias por su apuesta decidida y casi pionera en España por profesionalizar el fútbol femenino, y que desde hoy puede decir, con todo el orgullo del mundo, que superó todas las expectativas, a pesar de caer en la finalísima ante el intratable Olympic de Lyon por 4-1.
Ya era difícil sin Hamraoui, pulmón de este Barça y autora de uno de los goles más importantes de la historia del club, el de la ida de las semifinales ante el Bayern en Baviera, donde las azulgranas ganaron 0-1, aunque en la vuelta acabó expulsada. Pero entre las cabalgadas de Bronze, el liderazgo de Henry, la clarividencia de Marozsan, el desborde de Le Sommer y la voracidad de Hegerberg…se hizo imposible. No pudo ser, y sin embargo será. Porque lo que ocurrió en Budapest solo fue la primera piedra de un camino que el fútbol femenino de este país empezó a recorrer no hace tanto. Un deporte que en cuestión de muy pocos años ha pasado de gatear a dar zancadas que pronto nos pondrán en la cima mundial.
Del partido, la verdad, poco se puede decir, salvo que ocurrió lo que todos pronosticábamos y ninguno deseábamos: que el Lyon retuvo el cetro europeo de forma irreprochable. Tanto en el aspecto técnico como táctico, el Olympic ha sido una apisonadora. Las opciones, ya de por sí remotas, de que el Barcelona pudiese alzar el entorchado continental, se acabaron a los cinco minutos de juego, cuando Marozsan abrió el marcador empujando a placer un servicio desde la izquierda. Si no se llega a resbalar Toni Duggan solo un minuto antes…
Los siguientes 25 minutos fueron un torrente de juego del cuadro galo, encabezado por la noruega y galardonada con el premio a mejor jugadora del planeta Ada Hegerberg. Ejemplo tanto dentro de la cancha, donde demuestra estar por encima de casi todas sus rivales, como fuera de ella, donde su negativa a acudir al Mundial de Francia con su selección hasta que no se logre una equiparación salarial efectiva entre futbolistas de ambos sexos en el país escandinavo ha dejado patente lo implicada que está la superestrella en su condición de servir de ejemplo a los demás, Hegerberg hizo un hat-trick con tres remates como tres soles con los que achicharró las esperanzas de las jugadoras azulgranas. Con el 4-0, el Lyon bajó el pistón, a la espera de alzar su cuarta Champions consecutiva. El Barça tuvo opciones, pero Bouhaddi, que en ocasiones semeja tener ocho brazos, no dio alternativa, lo que da más valor si cabe al tanto de la nigeriana Oshoala, primera jugadora que celebra un gol en una final de Copa de Europa para un equipo español.
Y ahora, regreso a España. Un país que mañana tendría que almorzar con la gesta de estas luchadoras en las portadas de todos los periódicos nacionales, sin importar el resultado. Aunque todos sabemos que eso no va a pasar en un país al que se le hincha el pecho al hablar de los logros de su deporte femenino. Se le hincha cada cuatro años, vaya. Pero entre olimpiada y olimpiada, nuestro motivo de orgullo se las ve y se las desea para poder alcanzar sus objetivos.
Somos el país al que se le llena la boca hablando de sus medallistas olímpicas, mientras las susodichas, como Mireia Belmonte, tienen que irse a entrenar fuera de España, palmando pasta para poder competir y demostrar que son las mejores en lo suyo. El país en el que Ana Peleteiro se encuentra las instalaciones cerradas cuando tiene que preparar unos europeos, o un mundial. El país en el que Joana Pastrana, actual campeona del mundo de boxeo en su peso, es prácticamente una desconocida mientras a los medios, ignorantes de la actualidad pugilística, se les cae la baba fantaseando con ridículos combates como el Mayweather vs McGrergor. El país en el que campeonas del mundo como Ana Carrasco o Carolina Marín se enfrentan a entrevistas en las que se habla casi exclusivamente de sus sentimientos y emociones en vez de las horas y horas de esfuerzo que supone haber alcanzado de ese sueño. O donde los diarios deportivos hacen rankings de las futbolistas, pero no según su calidad en el verde, sino por su aspecto físico. Por no hablar de nuestras ‘Guerreras’ del balonmano, que le han dado una vida nunca vista en ese deporte; o el equipo de sincronizada, ejemplo de sacrificio y disciplina en cada competición a la que acuden, siempre codeándose con la élite, pero que permanecen en la sombra hasta que se celebra algún campeonato, en el que suelen ser favoritas, que es entonces cuando nos olvidamos que no son invisibles.
En fin, pero es hora de volver al fútbol femenino. Como dije antes, este solo fue el primer paso. Porque este año nuestra selección acudirá a la cita mundialista por segunda vez en su historia, con el objetivo de mejorar el resultado cosechado en Canadá hace cuatro años, donde no pasamos de grupos. Pero el futuro parece aún más brillante si tenemos en cuenta que nuestras chicas del sub-20 son subcampeonas mundiales, y las sub-17 son directamente campeonas del mundo. Por no citar los oros, platas y bronces que tenemos en las distintas categorías a nivel europeo desde aquel oro de 2004 con la sub-19. Esos galardones, se suman al segundo puesto del Barça en Europa. Las amargas lágrimas de aquellas que ahora ocupan el segundo cajón y que acompañamos tantos en la distancia. Seguro que son las primeras de muchas lágrimas. Pero que siempre, incluso en la derrota, serán de orgullo.