Este pasado jueves, el Parlament de Catalunya ha vivido, el día anterior también, una sesión sorprendente, si es que en la política catalana después de lo vivido hasta ahora queda lugar para la sorpresa. Parece que ésta no tiene límites.
El pleno del Parlament aprobaba una moción presentada por PSC-Units que pedía al presidente de la Generalitat, Quim Torra, que convocase elecciones o se sometiese a una cuestión de confianza. La propuesta fue aprobada por el PSC, Cs, PP y los Comuns, la CUP no participó, y en contra votaron ERC y JxCat.
Torra no acepta el resultado y le echa la culpa al juez Llarena de perder la votación porque éste ha suspendido a los diputados que están en prisión o en el extranjero, vamos, que cogieron la directa para no ser detenidos. Lo que no explica es que los dos partidos afectados han dejado los asientos vacíos y las actas siguen estando en manos de aquellos que no pueden votar.
Aceptar los resultados de las votaciones cuando a uno le son favorables y no hacerlo cuando resulta lo contrario, es como la ley del embudo, que no hace falta explicar lo que significa. Quienes lo aplican, que son los que suelen saltarse las leyes, ni son demócratas ni creíbles.
El Parlament de Catalunya se ha convertido en un circo donde hay acróbatas, fieras, malabaristas, magos y payasos, pero falta ética, sentido común y credibilidad.
El vicepresidente de la segunda institución de Catalunya, sectario donde los haya, calificaba de trampa y juego sucio la moción, además de añadir que "es una moción de censura encubierta". Acusar de juego a los que han apoyado la moción, él precisamente que no es un modelo de neutralidad, objetividad y coherencia política, como debería ser por el cargo que ocupa, es un insulto.
Presentar una cuestión de confianza o pedir una convocatoria de elecciones forma parte de la normalidad de las formaciones políticas que están representadas en la cámara. No aceptarlas cuando se pierden es un flaco favor a las instituciones, además de no tener confianza en los apoyos externos.
El tercer socio que da apoyo al gobierno de Torra, la CUP, no está de acuerdo con sus políticas, por motivos diferentes a los otros partidos, es pública su postura, no hace falta repetir lo que dice del gobierno Torra que no quiere aceptar la moción aprobada. Algunos dicen que hace ya un tiempo que le ha cogido gusto al cargo y quiere alargar su mandato el máximo tiempo posible. Él quiere pasar a la historia, tiene vocación de mártir.
Lo que sucede es que, tras la sentencia del juicio a los políticos presos, no le va a quedar más remedio que convocar elecciones. Eso puede suceder al tiempo que caen las hojas caducas de los árboles. Solo es cuestión de unos pocos meses, que los aprovechará para seguir con la hoja de ruta marcada ahora por Carles Puigdemont y diseñada por Artur Mas y compañía.
"Personalmente, creo que la idea de una autoridad personal interna resulta inquietante para las personas habituadas a recibir órdenes, y sin duda también para quienes suelen dar esas órdenes", decía Gloria Marie Seteinem.