Me he venido a Antas, un pequeño municipio de Almería de unos 3.400 habitantes. Como todo el mundo sabe, menos los políticos, Almería es la provincia más olvidada por la élite que ha gobernado Sevilla desde que se constituyó la Junta presidida por Rafael Escuredo. He venido a descansar en mi pelea diaria contra el cáncer, pero sobre todo para vivir ‘in situ’ las elecciones andaluzas más apasionantes de los últimos años.



Los antusos tienen a sus espaldas una historia milenaria, la cultura del Argar que data de la Edad de Bronce que alcanzó, dicho correctamente, el tercero y el segundo milenio de la Edad de Bronce, nada más y nada menos, y de la que hay sobrados hallazgos en el Museo Arqueológico de Madrid, gracias al trabajo de los ingenieros Siret y un paisano bisabuelo de mi señora, Pedro Flores, que era el que sabía realmente dónde estaban los yacimientos y que murió pobre de solemnidad, pero tremendamente orgulloso de su honradez y de su trabajo. Así era aquella bendita, pero irrepetible generación.


De este pueblo, que Vds podrán localizar entre Vera, Cuevas de la Almanzora, Garrucha y Mojácar -una zona turística que visitan miles de madrileños, catalanes o vascos en verano- emigraron casi todos sus habitantes tras la hambruna provocada por la Guerra Civil. Lo cierto es que media Almería se vino a Catalunya, y los de estos pueblos se asentaron mayoritariamente en el Baix Llobregat, la comarca industrialmente más activa, pero también la más abandonada por los gobiernos convergentes de la Generalitat en el Área Metropolitana de Barcelona. Hoy, los jóvenes antusos ya no emigran y tienen la tasa de paro más baja de España y eso sin recibir a ninguno de los turistas que se bañan apaciblemente en las magníficas playas vecinas. Son un orgullo para todos los andaluces y por supuesto para los que amamos esta tierra.


Antas exporta en cientos de camiones de empresas creadas en el pueblo decenas de miles de toneladas de frutas y verduras a media Europa. Tiene una mina de mármol inagotable, mayor que las canteras de Macael, que un Marqués vendió por cincuenta mil pesetas, porque pensaba que aquellas montañas secas no servían para nada, y que era él el que estaba engañando al incauto que se las compraba. Ya ven, otra evidencia de que Dios existe y que en la tierra se ríe también de los poderosos. Además, si Vds. se dan una vuelta por aquí verán hectáreas, antes secas, llenas de naranjos y limoneros que se controlan por ordenador por ejemplo desde Holanda, porque los holandeses no son tontos y beben zumos. También se asienta en el municipio una de las Yeserías más importantes de España, y varias multinacionales extraen minerales raros, estratégicamente muy valiosos en “cabezos” donde solo cantaban los grillos.


Supongo que cuando lean estas líneas los que hasta no hace mucho llamaban a los andaluces vagos y subsidiarios del PER, no les cuadrarán los números, pero mucho me temo que los o las que pensaban así, por ejemplo cuando el andaluz Montilla llego a ser Presidente de la Generalitat, estaban completamente equivocados, y lo seguirán estando mientras no se metan en la nevera su supremacismo racista e insolidario.


En el pueblo hoy hay tranquilidad, pero sus calles están llenas de carteles de PSOE, PP y…CIUDADANOS, que es la gran novedad. ¿Y qué tiene eso de raro? Pues miren, que los políticos por fin han descubierto un pueblo andaluz y almeriense, que sin su ayuda, les ha obligado a venir a ganárselo para su causa.


Me duele que eso perturbe la tranquilidad laboriosa de quienes como el gran Pedro Flores ni son egoístas, ni tampoco tan tontos como les suponen los que nos les conocen de verdad. Andalucía vota. Silencio… y un respeto para los andaluces.



'Andalucía vota' es un artículo original de catalunyapress.es
POWERED BY BIGPRESS