Cada vez hay mas evidencias de que la década transcurrida desde que había explotado la crisis financiera (2008) fue una década perdida para Galicia. Cualquier evaluación que se haga a nivel económico, social, político, ambiental y cultural confirma que la situación hoy no y mejor, sino incluso peor que hace una década. Una realidad que sí afecta mayormente las clases de rentas medias y bajas –las clases populares- que son abrumadora mayoría en Galicia también afecta al país gallego en su conjunto. Galicia está, hoy por hoy peor situada en el panorama español e internacional que hace una década.
Podemos empezar destacando un dato que recién el IGE hizo público: el dato de población. Según este organismo oficial Galicia lleva prácticamente una década perdiendo población, un promedio del 3,5% anual lo que le supone perder posiciones en el conjunto del estado español. No por casualidad esta pérdida de población se acompaña de pérdidas en el mercado laboral realmente relevantes durante la grande recesión: 50.000 activos y 150.000 empleos menos –una caída de 5 puntos-, 75.000 despedidos mas –Galicia es en la actualidad una de las regiones europeas con mas alta tasa de paro y menor tasa de ocupación-. Datos que subrayan como el mercado laboral fue el principal damnificado de las políticas austericidas. Algo que ratifica la caída del salario real que fue del 25% en este período. Galicia no so tiene menos empleo que hace una década sino que cuenta con una mayor precariedad he ahí que el peso de las rentas del trabajo en la riqueza nacional sea lo mas bajo de siempre (43,6%).
Estas pérdidas de empleo y salarios repercuten directamente sobre la realidad económica del país. Una realidad económica marcada por la debilidad de una demanda interna en la que los gastos privados y públicos sufren las consecuencias de las políticas austericidas. Si, en términos reales, el gasto público global cae en un 15%, mayor es la caída del gasto privado (40%), en el que ven a ser una nueva confirmación de la falsedad de las teorías neoliberales: el gasto público no sustituye el gasto privado sino que provoca el llamado “efecto arrastre”. Sí se incrementa el gasto público este arrastra consigo el gasto privado, el contrario nunca se cumple. Tampoco se cumple en Galicia otra tesis neoliberal que afirma que son los elevados salarios quien frenan la inversión ya que a pesar de la gran caída del salario real la inversión privada se desplomó (-55%), poniendo en evidencia que este depende de otros factores muy diferentes. Una debilidad de la demanda que repercute sobre la riqueza global de Galicia que aún no recuperó los valores anteriores a la explosión de la crisis financiera. Algo que parece tardará mucho en suceder.
Pero Galicia no so es mas pobre desde un punto de vista macroeconómico sino también más desigual. Sí, como señalaba antes, las diferencias entre las rentas del trabajo y del capital se dispararon hasta llegar a valores nunca conocidos (Galicia es una de las pocas comunidades en España en la que el peso de las rentas del trabajo es inferior al de las rentas de capital: 43,6% y 46,1% ), el número de familias en riesgo de exclusión consigue también cifras muy elevadas al superar el 25%. Mayor desigualdad que se ve favorecida por el intenso y creciente deterioro de los servicios y transferencias públicas (pensiones, atención sanitaria, enseñanza, dependencia, familia e infancia…..) provocado por las políticas públicas de la actual Xunta de Galicia quien empuja tanto por los recortes en el gasto público cómo por la intensa penetración del capital privado en los mismos (para el Partido Popular los servicios públicos no son mas que un nicho de negocio para lo gran capital). Uno deterioro que así, lógicamente, perjudica mayormente a las clases populares que son quien mas los precisan y que por su nivel de renta no pueden acceder a los servicios privados y también perjudica a los/las propios/las trabajadores/las de estos servicios. Cualquier usuario/a que tenga que acudir a los servicios públicos de bienestar en Galicia puede confirmar lo que aquí se señala. Las continuas y constantes protestas tanto de los/las trabajadores como de cada vez mas ciudadanos/las gallegos/as por el estado de los servicios públicos también confirman ese creciente deterioro.
Un deterioro que se amplía al medio ambiente. Las políticas de la Xunta de Galicia en materias con grande incidentecia en el medio ambiente (los incendios florestales, las industrias extractivas y altamente contaminantes, las urbanizaciones salvajes y descontroladas, la presión urbanística sobre las costas, la falta de tratamiento global de los vertidos y residuos….) ponen en evidencia que el medio ambiente no es, de ningún modo, una prioridad de gobierno sino que se somete a los intereses de las grandes empresas y constructoras. Una evidencia que conduce la que la situación medio ambiental sea, hoy por hoy, una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos gallegos como así confirman la mayoría de las encuestas.
En este repaso periodístico la situación en Galicia no se puede dejar de subrayar el grave riesgo de desaparición, o cuando menos de grave marginación, que corren el idioma y la cultura gallegas. Resulta especialmente irritante el manifiesto desprecio que en estas materias tan relevantes para un país muestra la actual Xunta de Galicia y muy especialmente el presidente Núñez Feijoo. Una situación que hace que voces tan moderadas como la de la RAG califique la situación como “preocupante”.
Esta triste realidad de Galicia no responde a causas externas sino que tiene causas internas, causas políticas. Exactamente: “ il dolce far niente” en el que está cómodamente instalada esta Xunta de Galicia gobernada por un partido que teniendo la mayoría absoluta en el Parlamento gallego se permite adoptar prácticas claramente despóticas. Un partido (PP) que sin embargo muestra una insólita incapacidad para hacer política de país. Se cuentan con los dedos de las manos, y aún sobrarían algunos, las iniciativas gubernamentales que pongan en evidencia la existencia de una estrategia para Galicia como país. Una carencia cuyos resultados, y consecuencias, son los que vengo de señalar y que son manifiestamente evidentes.