María Victoria Moreno (Valencia de Alcántara-Cáceres 1939-Pontevedra 2005) era "completamente diferente a una profesora normal". Así la describe Tomás González, uno de sus alumnos que ha seguido el camino de las letras y que fue su discípulo en los últimos años en los que ejerció en el Instituto Torrente Ballester de Pontevedra.

No en vano, causó "impacto" tanto entre sus alumnos de Lugo a los que impartió bajo la dictadura franquista, donde entró en contacto con la lengua gallega, como entre los nacidos en los años 80, la última generación a la que dio clase en el Instituto Torrente Ballester de Pontevedra antes de morir como consecuencia de un cáncer en noviembre de 2005.

El poeta y narrador Xesús Rábade Paredes es uno de sus discípulos más destacados y a él lo conoció cuando ejerció en Lugo. "Acababa de llegar a Galicia y los primeros cursos los impartió en el Instituto Masculino de Lugo. Venía muy bien formada, era joven, empatizaba con los alumnos y fue realmente un impacto para muchos, sobre todo, para los que empezábamos a escribir, a los que ella protegía con especial cuidado", ha descrito, en declaraciones a Europa Press, el también escritor Rábade Paredes.

A principios del curso 1965-66, María Victoria Moreno aprobó las oposiciones de profesora agregada de Lengua y Literatura española y su destino fue el Instituto Masculino de Lugo, donde tomó posesión el 1 de noviembre de ese primer año, tal y como figura en la biografía publicada por Galaxia de la autora Montse Penas Presas. En 1967 deja este centro y se incorpora al Instituto Femenino de Pontevedra.

Allí entre sus alumnas volvió a causar "impacto". Algunas, como Ángeles Couto --que venía de la emigración en Uruguay-- y sus amigas recuerdan hoy en día a su profesora como la primera persona que les enseñó lingüística, un ámbito de la Lengua que nunca antes les habían explicado. Y sorprendió dejándose tutear y permitiendo "fumar" a sus alumnas en aquellos inicios de la década de los 70 en los que, con todo, no estaba prohibido en lugares públicos.

En el que actualmente es el Instituto Valle-Inclán de Pontevedra también impartió clase a la catedrática y miembro de la Real Academia Galega (RAG) Rosario Álvarez, quien en la misma biografía de Montse Penas publicada por Galaxia recuerda a la docente como "excelente" y "apasionada", adjetivos que se encuentran entre alumnos y compañeros de profesión a lo largo de su trayectoria.

"FACILITÓ LIBROS QUE NO LLEGABAN A NADIE"
María Victoria Moreno, como profesora, facilitó libros que "no llegaban a la gente de la calle ni al profesorado siquiera porque estaban prohibidos por la dictadura" y, además, dio clases particulares, algunas en la clandestinidad, si bien su altruismo en este ámbito lo ejecutó hasta el final de su vida.

Así lo recuerda Tomás González, quien se acordó de como recibió en su casa a los hijos de una familia musulmana en Pontevedra para darles clases de lengua y conseguir su integración, además de ofrecerles comer en su hogar. En el franquismo, eran "largas las conversaciones en su coche" con Rábade Paredes, recuerda el poeta.

Y de hecho, antes de que ella ayudase a esta integración de quienes venían de fuera en el año 2000, fue María Victoria Moreno la que incorporó a la cultura gallega. "Llegó a Galicia dispuesta a integrarse en un país que tiene una cultura", asegura Rábade Paredes, quien atribuye esta circunstancia al "talante personal" de ella, quien procedía de la Universidad Complutense de Madrid de la mano de Dámaso Alonso y Rafael Lapesa.

Como profesora, en palabras del escritor lucense afincado en Rianxo, captó "devotos" y detectaba los "talentos" entre los alumnos. Y a través "fundamentalmente" de él y otros discípulos procedentes del rural, dijo, entró en contacto con la lengua gallega.

"Ella fue cabal y honrada en su transmisión. Por eso nos fue tan mal en aquella etapa en la vida a muchos; justamente, por comprometerse, por explicar la literatura cabalmente", ha recordado Rábade Paredes, quien también recordó que Xesús Alonso Montero fue la otra figura a través de la cual entró con contacto con Galicia.

Rábade Paredes rememora que su relación profesional "no se interrumpió nunca" y ella "cuidó" sus textos e incluso promovió la publicación de su primera obra poética, una forma de ser maestra que le acompañó durante todos los años de docencia. "Era muy próxima. Hablaba de la vida y tenía una capacidad especial para percibir a la gente que escuchaba, a los que no se reían de ella", comenta, por su parte, Tomás González, cofundador de la cooperativa que creó Urco Editora.

De Vilaboa, paraba muchas veces en Pontevedra ya como universitario en Santiago para visitar a la profesora María Victoria Moreno y "hablar" con ella, a quien --recordó-- "no dejaron dar en COU" (el curso preuniversitario) durante algún año. Al respecto, este alumno se acordó de que hubo "quejas" porque no impartía las clases de la forma más convencional, pero finalmente "calló muchas bocas" cuando sí pudo acceder a ese curso.

María Victoria Moreno, dijo citando las propias palabras de la escritora, "sin sus cachorros (alumnos), moría". No en vano, la escritora, que dejó 5.000 volúmenes como legado a la Biblioteca del Instituto Torrente Ballester --como ha recordado para Europa Press su director, David Castro--, intentó dar clase hasta el final, incluso cuando semanalmente tenía que acudir al médico para recibir las sesiones de quimioterapia.

Su manera de comunicar en clase era la de "poner" al alumnado "en contacto" con la obra, desde el franquismo hasta sus clases a los nacidos en la democracia. Y "era tan buena persona", comentó Tomás González, que hacía "dos modelos de exámenes", el que ella prefería que se realizase --con una pregunta para desarrollar y reflexionar-- y otro para quienes optaban por "chapar fechas y nombres".

La profesora afincada en Pontevedra y ya viuda de su marido desde mediados de los 90 siguió manteniendo relación con los alumnos que seguían su interés por la literatura, desde Rábade Paredes hasta los más recientes. Recuerda Tomás González cuando los invitó "a lubina y cochinillo" y les dio un regalo personalizado a cada uno: "Guardo como si fuese oro la guitarra española que había hecho hacer para su difunto marido".

Su paso por la enseñanza es indisoluble a su figura como escritora y, asegura el director del Instituto Torrente Ballester, su presencia sigue en el día a día de este centro educativo, donde alumnos que ni siquiera han coincidido en con ella hablan de la autora pontevedresa de adopción. Ahora, el instituto trata de completar la colección de libros de 'El Quijote' traducidos a los distintos idiomas que ella comenzó y donó.

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