David Manuel Sobrino Platas nació en A Coruña en 1999 y se graduó en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela en 2021 y completó los estudios de Máster en Periodismo y Comunicación Multimedia en 2022. Profesionalmente, ha centrado su carrera hasta ahora en la producción de podcast de ámbito gallego especializada en el sector cultural.
Crueldad, violencia, agresividad... Son algunas de las palabras con las que definiría la última película de Guðmundur Arnar Guðmundsson. Tiene una tónica y una ambientación semejante al resto de filmes de este director, una sordidez que nos refleja las vidas más duras de nuestro siglo.
En Beautiful beings acompañamos a varios jóvenes adolescentes en su complicada vida y en la dureza de convertirse en adultos. Adii, Balli, Konni y Siggi aprenderán en este filme lo que significa la amistad, el amor, la empatía y la lealtad, aunque no será fácil para ellos.
Este director islandés nos presenta una película que presenta los males de nuestro siglo: el abuso, la marginación social, el abandono por parte de sus familias, la pobreza... Balli es el primer personaje que conocemos, víctima continuada de un acoso escolar brutal, agredido por sus compañeros, quienes le golpean, le roban el tabaco y la comida, se ríen de él y le humillan. Además, no solo eso. Pasa muchas horas solo en su casa con poco o nada que comer, en medio de la basura y la suciedad. Su padre falleció, su padrastro está en la cárcel y su madre desaparece de casa durante muchos días. Es entonces cuando Balli comienza a integrarse en el grupo de amigos de Addi, un joven de su edad también un tanto peculiar, pues su madre es vidente y es capaz de presagiar males a través de los sueños, algo que su hijo pronto aprenderá también a hacer. El grupo empieza a pasar cada vez más horas en cada de Balli, pues su madre nunca está, lo que lo llevará a ponerse en peligro. Juntos probarán drogas, se meterán en peleas y serán incluso víctimas de abusos sexuales.
Se trata de una historia muy bien narrada, de manera muy orgánica, en la que poco a poco se nos va presentando la realidad en la que viven estos niños, que están a punto de convertirse en jóvenes adultos.
Si tengo que reconocer otro trabajo es su fotografía. Tal vez podría decirse que retrata el paisaje a la perfección. El agua, la noche, el día, las nubes... También los interiores están perfectamente logrados: cada uno de los detalles alrededor de los personajes ayudan a contar perfectamente la historia. La sucidad, el desorden, la vejez del moviliario, las roturas... Cuajan todo con la historia.
Una película recomendable, ganadora al premio a Mejor Dirección 2022 del Toronto International Film Festival y, además, —un punto que me gusta darle a su favor a muchas cintas, y se trata quizá de un capricho personal que para nada la hace mejor ni peor— no es demasiado larga.
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