Hay personas que son pacíficas, tranquilas, delegan en sus dirigentes y esperan de ellos que les protejan y cumplan todo aquello que han prometido en ese largo programa electoral por el que han sido votados. Decía el político centrista Agustín Rodríguez Sahagún que fue ministro con Adolfo Suárez, que “en esta vida hay que ser solución, no problema.” Frase muy ilustrativa de lo que deberían ser los gobernantes de cualquier institución y que es lo que se espera de ellos.
En Catalunya, los gobernantes inclinados al independentismo han actuado con un sectarismo impropio de sus cargos. Cuando éstos llegan a ese eslabón de la política dejan de ser miembros de partidos para convertirse en gobernantes de toda la ciudadanía, los hayan votado o no, pero no es así, como hemos podido comprobar.
Durante demasiado tiempo, esa premisa tan elemental ha sido enviada al cajón de la intransigencia por parte de los que gobiernan, en cualquier ámbito de la administración. Mientras, los que no pensaban como ellos han sido abandonados, menospreciados, y catalogados de unionistas, o lo que es peor: fachas españolistas. Catalunya, como lo es España, es plural, no hay un discurso único, por suerte. Pero durante todo este largo periodo de tiempo, esa parte de la sociedad silenciosa o ¿silenciada? ha sido interpretada con aquello de “el que calla otorga”. El tema no va por ahí. La prudencia, el miedo han sido unos malos compañeros de este viaje en una noria sin control. De eso se han aprovechado los dirigentes ineptos de este país llamado Catalunya.
Pero este domingo, como hicieran días atrás, miles de catalanes se han manifestado en el Paseo de Gracia, con banderas catalanas, españolas y europea. Era la gran parte de la Catalunya plural, la real, la que convive pese a no pensar y actuar de la misma manera. Esa es la riqueza de los países democráticos y uno de los grandes valores que ha tenido la Catalunya inclusiva.
Estos catalanes se han manifestado para mostrar que ellos también forman parte de esta Catalunya que los Puigdemont, Junqueras y compañía han querido marginalos. Eso sí, lo han utilizado cuando hablaban en nombre de los ciudadanos de Catalunya, aun sabiendo que ellos no estaban de acuerdo. “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Lo decía un personaje entrañable que se llamaba Groucho Marx.
Los discursos de Paco Frutos y Josep Borrell, por su claridad, han sido el colofón a una manifestación pacífica y reivindicativa de los catalanes que aman a Catalunya, pero que también quieren a España, porque una cosa no excluye la otra. Quieren que se oigan sus voces y que se tengan en cuenta sus reivindicaciones.
La gran manifestación de Paseo de Gracia, debe hacer recapacitar a todos los políticos independentistas de que Catalunya es plural y diversa. Esa es su riqueza, su patrimonio y la garantía de que la democracia y la convivencia entre esa pluralidad debe recomponerse. “Catalunya somos todos”, como decía el eslogan de esta concentración pacífica.
La gobernanza de un país no debe ser el arte de crear problemas con cuyas soluciones mantiene a la ciudadanía en vilo.
Que esta semana que se inicia, el seny, la cordura, el restablecimiento de la legalidad sean los protagonistas. Las elecciones están a la puerta de la esquina y han de servir, esperemos todos, para comenzar una nueva etapa en la que nadie aspire a saltarse las leyes porque se creen impunes.
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