#Claves de la semana

Mario Izcovich, psicólogo: "la adolescencia también es separarse de la familia y no compartir ciertas cosas con los padres"

Mario Izcovich es psicoanalista y psicólogo. El sábado 4 de mayo impartirá una conferencia en las III Xornadas de Saúde Mental en el Concello de Ames. Con el título "Construyendo entornos seguros: estrategia para prevenir y abordar la violencia". Con Mario Izcovich hablamos sobre la adolescencia y cómo ha evolucionado el tratamiento que se les dispensa a los adolescentes. También hablamos sobre el bullying en la escuela y posibles causas.


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-¿Qué es ser adolescente, porque antes del siglo XX no existía este concepto?

Efectivamente, antes se era niño y se pasaba a ser adulto porque empezabas a trabajar. Con la Revolución Industrial se formula la pregunta: ¿qué hacemos con estos niños? Se educaban, pero eran los niños de la aristocracia. Más tarde se toma la decisión de meter a los niños en instituciones y no tenerlos en la calle. Ahí empieza un período de tiempo que era muy corto. Existe un libro, La adolescencia normal de Peter Blos, donde se señala que la adolescencia se acaba cuando el adolescente se emancipaba, decidía su identidad sexual y formaba pareja. Digamos que esta idea ahora mismo ya no tiene mucho peso. Hoy en día los hijos pueden vivir hasta una edad adulta, las circunstancias económicas se han dificultado y esto se ha ido extendiendo en el tiempo. Pero respondiendo a la pregunta directamente diría que la adolescencia es un tiempo que viene después de la pubertad, que es un período de cambios biológicos y físicos ineludibles. Después de estos cambios viene un período de elaboración en el que el joven tiene que decidir cuál es su lugar en la sociedad, en el mundo, y esto incluye su identidad sexual, su identidad vocacional de cara a lo que va a hacer en la vida. Por tanto, estamos ante un momento de mucha fragilidad para el joven.


 

-Ese período dónde el joven va a decidir sobre sí mismo, ¿puede dejarlo quebrado en el caso de que factores como la familia o incluso el contexto social le impiden ser lo que desea?

Hay condicionantes económicos, sociales o el contexto en el que uno vive. He estado en Costa da Morte con pueblos con mucha gente mayor, eso condiciona, la familia condiciona, las contingencias o hechos de la vida, condicionan, y luego está lo que uno quiere y por lo que lucha y eso es tan importante como lo otro. No creo en el destino, creo que cada uno puede labrarse su propio destino si uno lucha por ello pero sin olvidarnos de estos condicionantes sociales como venir de unas condiciones humildes. Obviamente hay cosas a las que nunca se podrá acceder tal como está la sociedad.


 

-¿Por qué se ocultaba la adolescencia o la juventud en el pasado?

Por la pregunta de: ¿Qué hacemos con todos estos niños? Había rituales de pasaje a la madurez pero la pregunta seguía ahí. Entonces aparece una idea de la Ilustración: hay que aprender y formarse. Por otro lado, se da importancia a la escuela, un lugar relacionado siempre con impartir contenidos, pero es un lugar mucho más que eso, es una formación social. Podemos verlo en cómo se ha ido extendiendo la escolaridad. La obligatoriedad se extiende más, ahora está en los 16 años, ahora se habla de extenderla más. Otro dato importante es la esperanza de vida, en la época de estos niños sin adolescencia la gente se moría a los cincuenta años, hoy en día se puede llegar a los 80 años y los jóvenes de hoy en día puede que lleguen más allá. Con lo cual, esto también me parece un condicionante importante.


 

-“Los adolescentes transitan por lugares de exigencia”. ¿Cómo podemos interpretar esta frase?

Tengo una hipótesis: los adolescentes son el síntoma de la sociedad. Es decir, los adultos hemos olvidado que hemos sido adolescentes, aunque puntualmente uno se puede acordar de algunas cosas pero cuando observamos como generación, nos olvidamos con frecuencia y ponemos el foco en los adolescentes como si fueran un objeto de estudio. Lo curioso es que los adultos suelen cuestionar a los adolescentes poniéndose como ejemplo de lo que es hacer bien las cosas. Entonces hay unas expectativas puestas en los adolescentes que no son las mismas que las puestas en los niños, ¿por qué?, porque la adolescencia es un momento de toma de decisiones. Vivimos en una sociedad donde hay mucha sobreprotección por parte de los adultos, que intervienen mucho en la vida de estos adolescentes, con lo cual se espera de los adolescentes que sean buenos hijos, educados y que tengan éxito. Freud hablaba del narcisismo de los padres que se juega a través de los hijos. Decía que para muchos padres el éxito personal pasa por tener hijos exitosos. Esto podemos verlo en las escuelas cuando vemos padres que tienen hijos con dificultades y es como si se preguntan “¿qué he hecho yo como padre?” y a veces es algo más complicado. Los adultos esperan cosas de los adolescentes en una época muy difícil, de mucho cambio. Pensemos en la selectividad, un examen terrible, durísimo, donde no importa tanto que el alumno adquiera unos conocimientos como que tenga que pasar la prueba. Esto sucede en un momento en el que al adolescente le están sucediendo muchas cosas y se le pide que pase esta prueba. Los hay que la pasan sin problema, yo me encuentro en mi práctica clínica a muchos que sufren y lo pasan mal, entonces esto sería un aspecto de la exigencia.

 

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-Entonces se puede interpretar que la exigencia es frustración, tanto para adultos como para adolescentes?

Ser exigente es bueno, tiene que ver con un ideal relacionado con lo que yo quiero, a dónde quiero llegar. La palabra “exigente” suena, a veces, a algo desmedido, a algo que otro no puede dar. Entonces, las relaciones son esperar algo del otro pero que el otro puede dar y que a lo mejor es imposible. Un joven con dificultades en el aprendizaje, hay una exigencia por parte de los adultos de que haga las cosas bien, esto se convierte en sufrimiento para todos. El padre se frustra por lo que sucede con su hijo y se siente mal con esto. 


 

-Otra frase es “el lugar de los adolescentes para hablar no es necesariamente la familia”. ¿Dónde está ese lugar?

Nos han insistido toda la vida que la familia es el lugar de la conversación, está bien eso, pero lo que hace un adolescente es construir su intimidad. El proceso de adolescencia también es separarse de la familia, por eso hay cuestiones que los adolescentes no comparten con sus padres. Hoy en día está el problema de adultos que les cuesta ser adultos, quieren ser “amigos” de los hijos. Lo que vemos es que esto no funciona así porque el hijo necesita separarse de los padres. También para muchos padres la conversación es un interrogatorio: “¿qué has hecho?, ¿dónde has estado?”, eso no es una conversación. Esto pasa por espacios de diálogo pero teniendo en cuenta que no todo se va a contar, que muchas cosas el adolescente se las guardará para sí, las tratará con sus amigos, su pareja o su psicólogo si lo tiene. Es ley de vida. 


 

-Sobre la conferencia que impartirá en Ames el sábado 4 de mayo “Construyendo entornos seguros: estrategias para prevenir y abordar la violencia”. ¿Se puede decir que los contenidos audiovisuales actuales influyen en la violencia entre adolescentes?

Hablamos de adolescentes pero la violencia está entre todos nosotros. Antes hablaba de la adolescencia como síntoma, pero hace unos días salía una noticia en la prensa sobre la violencia de padres a profesores en un área concreta de Barcelona, San Adriá. Esto indica que la violencia es un problema de la sociedad. El más importante para mí es el relacionado con la autoridad, es decir, sin caer en la nostalgia, hace años las figuras de autoridad eran clarísimas, quizá no se merecía esa autoridad, pero era una autoridad formal. Hoy en día un padre puede decir una grosería a un profesor por algo que no le ha gustado. Esto no tiene relación con ser adolescente, tiene relación con la autoridad, porque un problema en las escuelas es cómo se ganan la autoridad los profesores, porque los hay que se ganan la autoridad. Para mí hay dos formas de ganarse autoridad, y lo digo por lo que he visto y oído de profesores, cuando te encuentras un profesor que ama lo que enseña, le gusta enseñar y tiene cualidades que ha ido trabajando, ahí está la respuesta. Luego están los profesores que están desanimados, ves que van al trabajo sufriendo. Hay un dato más, antes el saber estaba en la escuela, con Internet hay cosas que puedes aprender que el profesor y esto es una dificultad, porque aparece la pregunta “¿Para qué sirve la escuela?”. Yo creo en las escuelas pero además hay otro factor: para aprender hay que tener interés por aprender. Las pantallas crean falta de atención en adultos y jóvenes. Si no hay interés es difícil aprender y además, estamos en una sociedad en que los adolescentes se van a dormir muy tarde porque están conectados a Internet y duermen solo seis horas y hay estudios que hablan de la necesidad de dormir nueve horas. 


 

-Sobre la seguridad en las escuelas y adolescencia; ¿el bullying está ligado directamente a la adolescencia?

El bullying ha existido toda la vida, en otras épocas era peor. Ahora en la sociedad se ha puesto esto como un tema central, pero la violencia es intrínseca a los seres humanos y para eso están las instituciones. La cultura permite que funcionemos como sociedad, la escuela no es solo contenido. Lo que vemos ahora es mucha violencia en jóvenes y niños, los que gozan mirando y los que no saben salir del bullying. Para esto se han creado protocolos pero cada caso de bullying es único. ¿Cómo equilibramos esto? ¿Cómo tratamos esto, como trabajo con este joven? A veces a la familia le cuesta reconocer que su hijo es violento o la familia es un entorno violento. La escuela, tal como funciona hoy en día, es el mismo modelo de toda la vida, funciona como siempre en una época que es otra. La violencia no es solo con los niños, es con los profesores también y esto puede estar relacionado con la burocracia en la escuela. Por eso creo que es necesario crear espacios de reflexión, algo que la escuela no permite porque se está haciendo cosas sin dejar tiempo a los profesores para sentarse y hablar. Ante esta cuestión, hay escuelas que han hecho un buen trabajo con estos “niños conductuales” y otras que actúan con los “niños conductuales” como “escuelas conductuales”, poco espacio para la reflexión y se ampara en los protocolos.

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